Fabiola Díaz de León

El pasado domingo 9 de agosto de 2020 se dieron a conocer los detalles del Proyecto Chapultepec y ha causado revuelo en la comunidad cultural.

Comprende 800 hectáreas y ha devengado 966,621,000 pesos que la Secretaría de Cultura ha transferido al Gobierno de la CDMX, Suena una cantidad excesiva pero si lo repartimos en el territorio que comprende apenas serían 122 pesos y fracción de inversión por metro cuadrado.

Sin duda es el proyecto cultural más ambicioso y fuerte del sexenio, pero no resulta descabellado por todo lo que comprende entre recintos culturales, museos, parques, infraestructura urbana e hidráulica.

Que lo encabece Gabriel Orozco haciendo hincapié en que no recibe retribución alguna fuera del museo que ocuparía el ahora jardín botánico (un desatino habiendo tanto espacio alterno). Un museo de Arte Contemporáneo que dará plusvalía a su obra y a la de sus congéneres. Una por otra, el Estado gana con él a la cabeza y él con el Estado reforzando su de por sí ya posicionado lugar en el mundo del arte conceptual.

800 hectáreas de espacios naturales y culturales en la CDMX unificados pone al proyecto como único en el mundo y dará beneficios y costos medibles a partir de que se vea su funcionamiento. Es prematuro ir a favor o en contra de él. Más en un sexenio que si algo ha dejado claro en sus menos de dos años de ejercicio es que se maneja a capricho del Ejecutivo. Se prometió en campaña descentralizar al país y el proyecto no hace otra cosa que dejar en claro que la ciudad sigue siendo La Prioridad y que esa (y muchas otras) promesa de campaña no fue nada más que eso, promesas.

Que la comunidad cultural bufe, chille y dé de patadas contra lo que les parece un exceso en gasto público enfocado a un solo espacio es poca visión ya que son muchos los espacios y recintos que se abrirían a la oferta cultural y que necesitarán eventualmente del trabajo de toda la comunidad para ser programados.

Es normal que en un sexenio en el que se ha denostado a los trabajadores culturales que dependen del Estado se manifieste incomodidad. Arrancó el sexenio con las desafortunadas y muy infundadas declaraciones de la Senadora Suplente Jesusa Rodríguez de quien se esperaba apoyo hacia la comunidad de la que provenía y no todo lo contrario cuando llamó a los trabajadores culturales a bajarse de su privilegio y buscar apoyos privados. Remarcó su postura por desaparecer las becas y apoyos del FONCA (cosa que no ha sucedido) y en pocas palabras los llamó parásitos del erario.

El apogeo del Bosque de Chapultepec responde a esas cualidades delirantes que hemos visto en nuestros gobernantes desde que López Portillo se sentía Quetzalcóatl y su hermana Sor Juana, ahora vemos que AMLO tiende a sentirse el tlatoani contemporáneo viviendo en Palacio Nacional, original casa de Moctezuma y luego Cortés, la Real Audiencia y eventualmente el Vireynato hasta que lo conozcamos como Mocteamlo o Amlotzin. Lo que no quita que haya reducido los presupuestos para sostener todos los recintos del INAH que deberían ser prioritarios tanto a nivel histórico como turístico. Lo mismo con los museos y bibliotecas. El daño que la falta de mantenimiento va a causar resultará mucho más caro de reparar que de mantener.

En mi opinión los ajustes presupuestales de este gobierno han sido su gran desatino.  Invertir todo en proyectos como Dos Bocas, El Tren Maya, El Aeropuerto de Santa Lucía y Pemex usando la bandera de la Austeridad Republicana y la Emergencia Sanitaria. El descuido interno hacia la Ley del Trabajo y el cuidar que no se pierdan fuentes de empleo millonarias durante la contingencia y dejar que el país entre en una recesión económica de la cual no habrá salida en sexenios por mantener los programas asistenciales y de base electoral no garantiza la mayoría morenista en el Congreso y en el Senado en el 2021.

En resumen: mucho ruido y pocas nueces será el lema de lo que prometió ser la gran transformación de México.