Dice el refrán: “Los bienes son para remediar los males.” Y así había sido hasta hace pocos meses. Vendías tu casa, empeñabas o vendías tus alhajas, tus obras de arte, tus coches, tus yates, tus aviones, tus helicópteros, tus pieles… artículos de lujo que te podías dar y que ya son obsoletos pero representan un capital que eventualmente invertiste o (si bien los heredaste) alguien más invirtió en su momento y supuestamente se hizo por la plusvalía que se supone deberían tener. Ya no es así. Con la oferta monumental de estos bienes y la poquísima demanda el mercado está rematando todo y ni así puedes convertir esos sujetos de valor en líquido.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Revolución, la Guerra Cristera, la Gran Depresión, llegó el momento en que abrigos de pieles se cambiaban por latas de comida. Estamos ante esa misma situación, Necesitamos dinero para pagar servicios que nos son indispensable y el resto es poder comer. Luz, gas, gasolina, electricidad, internet, teléfonos… de ahí en fuera lo demás es despensa y medicamentos.

El mercado laboral deprimido por desempleo millonario. La gente toma las calles para salir a ganarse algunos pesos: viene vienes, músicos, limpia parabrisas, malabaristas, todos a las calles. Nos hemos convertido en mendigos del sistema económico.

El Banco de Famsa ya quebró y es el primero de muchos que le van a seguir. Las leyes no están siendo respetadas ni implementadas, empezando por la Ley del Trabajo que no ha visto por el bienestar y operación de miles de empresas que han despedido sin cumplir con los requerimientos de Ley a millones de empleados, y que, aún cuando quisieran cubrir liquidaciones, no cuentan con la liquidez para hacerlo, mucho menos para sostener la operatividad de las mismas y así no ampliar el desempleo. Los proveedores y acreedores de esas empresas caen en la misma regla y viene más desempleo y más deudores de todo tipo.

La Economía es un palacio de naipes que se cae por una sola carta que no esté en su sitio y estamos viviendo eso, necesitamos pagar nuestras facturas más elementales y comer. Ya de ocuparnos nos preocuparemos más tarde, pero esta ola de pobreza o decrecimiento económico nos está llegando a todos de manera global. Si los mercados no operan los gobiernos eventualmente tampoco lo podrán hacer. ¿Vamos a comer oro y diamantes? ¿Picassos, Mirós, Tamayos? ¿BMWs o Mercedes? ¿Yates, aviones o helicópteros? ¿Los acabados de lujo de las mansiones y los apartamentos? ¿La tierra de los terrenos por puños? Nuestro sistema de valores económicos no nos funciona más, hoy es más valioso tener un costal de frijoles que una alianza matrimonial. Techo, comida, sustento. Trabajo ya es un lujo.

Hoy más que nunca debemos encontrar un sistema económico que no es ninguno de los dos que se han probado en todas sus escalas y variantes. Un sistema que se fundamente en la producción real de la valía natural de las cosas que crecen solas como las manzanas en un árbol o la energía solar en los paneles, en las turbinas hidráulicas o de viento. Un sistema acorde al orden natural y no uno que cree que el dinero crece en maceta como el que tenemos que se viene abajo como un enorme tendido de dominó que muestra un bello patrón pero que no es otra cosa que un hueco que se hace cada vez más grande en algunos bolsillos para dejar al resto con nada.

Necesitamos ser autosustentables y entender que la tierra tiene valía no sólo por cuánto valga el metro cuadrado sino por cuánto puede producir en cada metro. Desde yerbas de olor hasta frijol o chilacayotes. Necesitamos tener calentadores solares, estufas solares, reducir nuestro consumo energético al mínimo porque simple y sencillamente no tenemos para pagar el recibo de luz. Reducir de acá para ponerlo allá.

Es hora de reflexionar porque lo que tenemos, o pensamos que tenemos, no vale más. No hay casas de empeño ni mercado que respete los precios sino un mercado negro global donde vende el más desesperado en centavos por pesos. Necesitamos un gobierno que nos responda ante la necesidad colectiva y nos plantee salidas reales y no limosnas y caridades.

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