Luego de varias semanas de polémica pública y de negociaciones diplomáticas discretas, la norma no escrita de que un latinoamericano dirigiera el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) fue rota y el estadunidense descendiente de madre cubana y padre español Maurico Claver-Carone, fue electo al frente de esa institución, lo que deja ver un saldo de división al interior de la región en un momento en que la lucha por atenuar al menos los efectos de la actual pandemia apenas inicia.

Estamos hablando de que solo este año América Latina tendrá un retroceso en el crecimiento de su Producto Interno Bruto (PIB) de 9.1 por ciento, con baja en sus exportaciones de 23 por ciento, 44 millones de desempleados y 45 millones más de pobres para hacer un total de 231 millones sobre su población estimada de 650 millones de habitantes, es decir, un tercio de la población total, y entre ellos, 96 millones en pobreza extrema, según proyecciones de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL).

Evitar que esas cifras se agraven y que poco a poco se vaya saliendo de ellas no es tarea de un solo gobierno o institución, sino que exigirá el esfuerzo conjunto, y entre esas instituciones se encuentra el BID, que inicia su séptima década de existencia con ese reto.

Según datos de la propia institución, es uno de los mecanismos para financiar el desarrollo regional latinoamericano y del Caribe, con 13 mil 500 millones de dólares en préstamos en cifras de 2018.

La sucesión en la dirección de esta importante palanca, no la única, de desarrollo quedó en medio de la polémica cuando Washington presentó en junio pasado la candidatura de Claver-Carone, del cual se destacaba su baja experiencia en los temas que maneja el banco, su visión anti Cuba y anti Venezuela así como su cercanía con el presidente estadunidense Donald Trump.

Enfrente se encontraban candidatos con peso oriundos de la región, como la expresidenta costarricense Laura Chinchilla o Gustavo Béliz, funcionario cercano al presidente argentino Alberto Fernández y que por casi una década laboró en la institución que pretendía encabezar.

Argentina, Chile, Costa Rica y México pretendían al menos postergar la votación hasta 2021, con la elección presidencial estadunidense clarificada, para lo cual entre otras acciones delinearon la no asistencia a la votación virtual y así evitar la designación, lo que al final no sucedió y Claver-Carone quedó electo por cinco años a partir del próximo octubre.

Las lecturas inmediatas son obvias. Un nuevo ejemplo de la falta de unidad latinoamericana, su incapacidad para delinear estrategias propias que no circunden o dependan de Washigton y debilitar una palanca importante para enfrentar los efectos negativos de la pandemia.

Esperar a que el presidente Trump pierda en los comicios de noviembre ante el demócrata Joe Biden, y que tras su toma de posesión este maniobre para neutralizar total o parcialmente a Claver-Carone nos regresa al punto de que una estrategia latinoamericana solo es viable si depende de Washington.

El sentido del voto de los países miembros del BID no fue dado a conocer, pero sí se conoció que 16 países se abstuvieron de sufragar, lo que no parece ser una buena señal, ni que todo apunte a que solo Brasil de entre las mayores economías regionales haya levantado la mano por el estadunidense, que no alcanzó así el apoyo argentino ni mexicano, pero tampoco enfrentó una fuerte oposición.

De salida: La revelación de que el presidente estadunidense Donald Trump reconoció haber minimizado los efectos de la pandemia en curso, a fin de no causar pánico entre la población, muestra toda una concepción sobre los ciudadanos, que son vistos como menores de edad a quienes se les considera incapaces de manejar las situaciones negativas y a quienes hay que cuidar o mandar, según las  circunstancias. Nada cercano a lo que es un verdadero ciudadano.

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