Raúl García Gutiérrez

“Se me acabaron los datos”. “Ya no pude enviar la tarea”. “No he podido hacerle una cuenta de Facebook a mi hijo”. “Solo tengo un celular muy básico”. Entre muchos obstáculos y necesidades reales, el pasado 14 de septiembre iniciaron las clases ‘formales’ de grado, después de un período de tres semanas de ‘curso remedial’.

El acuerdo alcanzado entre las grandes empresas televisoras del país y la Secretaría de Educación Pública para llevar las clases a los alumnos de todo el país abrió una gran expectativa. Se afirma que 30 millones de alumnos reciben la señal, ya sea por vía aérea o en los canales de televisión de paga.

De igual forma, se incluye a los sistemas estatales de radio y televisión, para llegar así, a zonas con mayor marginación y que, a través de estos medios, brindar la cobertura y la atención necesaria para los niños, niñas, adolescentes y jóvenes que tratan de seguir con su formación básica.

En una colaboración anterior mencionaba el símil con el modelo que sigue Telesecundarias, con la diferencia que ahora los pupilos se tienen que enlazar, vía remota, con sus maestros, a fin de tener la retroalimentación, el seguimiento y la evaluación necesaria de sus avances; para lograrlo requieren, como mínimo, un teléfono con la famosa aplicación de mensajería instantánea y una cuenta de correo electrónico, de preferencia con el dominio Gmail, para poder accesar a las diferentes herramientas didácticas que ofrece esta plataforma, como Classroom y Formularios.

No debe dejarse de lado la importancia de los libros de texto gratuito que en un porcentaje mayoritario se han repartido a lo largo y ancho del territorio nacional. Allí se encuentran, en forma de texto, los contenidos básicos, primordiales de cada grado y asignatura. ¿Se acuerdan cuando teníamos que investigar los temas en libros y enciclopedias? No había necesidad de celulares, computadoras, internet, etc. Desarrollamos, a fuerza de la necesidad, la capacidad de investigar, buscar, definir lo realmente importante, sin que existiera “San Google” para que nos diera millones de datos en menos de un segundo.

La situación no se presenta fácil para los padres y madres de familia. Existen hogares en donde nadie tiene un teléfono inteligente con la aplicación de mensajes. Hay otros en donde ni televisión hay. No se diga que cuenten con una conexión wi-fi en casa, o una computadora. Nuevamente, la desigualdad social y la falta de herramientas tecnológicas suponen una barrera que tendrán que superar tanto las familias como los maestros.

El SNTE acaba de lanzar una convocatoria pública para donar teléfonos celulares, computadoras, tabletas y televisiones, para ser entregados a niños y familias de escasos recursos, que no cuenten con ellos para el fin educativo que se persigue. En muchas escuelas se han tomado iniciativas semejantes, con un gran apoyo de las comunidades a las que atienden.

La mayoría de los paterfamilias han tratado de cumplir en la medida de sus posibilidades, aunque aún hay varios que se molestan e inconforman con este modelo híbrido de educación. Todos están enfrentando los nuevos retos que presenta esta modalidad. La nueva normalidad en la educación está generando, en un inicio, un estrés fuerte en los actores del hecho educativo.

La educación a distancia requiere de la disciplina del aprendiz ante todo. La disposición para aprender sin tener a alguien junto a él. Si esto se logra, digamos, con los pequeños de educación primaria, será muy grande el potencial que se estará desarrollando. El autodidactismo podrá, entonces, llevarnos a otros niveles de desarrollo. La intervención de cada docente será determinante para el logro, no solo de los aprendizajes esperados, sino de un estilo nuevo de vida, donde el generar nuevas experiencias, nos haga mejores ciudadanos y seres humanos.

Recibo sus comentarios y los leo con gusto.
raugargut@gmail.com