La historia siempre tiene una lección para el presente.

“Generalmente un líder no va solo, va acompañado; un caudillo va solo. Los líderes buscan consenso; los caudillos no los aceptan” (Mundo ejecutivo)

En la entrega anterior mencionamos de manera rápida la presencia en nuestra historia nacional de Don Agustín de Iturbide, quien fue derrocado por la insurgencia asociada en el Plan de Iguala, y por el Plan Casamata, al que se sumó otro referente histórico: Antonio de Padua María Severino López de Santa Anna y Pérez de Lebrón, mejor conocido como Antonio López de Santa Anna, veracruzano que nació en la hermosa ciudad de Xalapa, Ver.

Para algunos mexicanos fue reconocido como el “Seductor de la Patria”. Estuvo presente en los más importantes acontecimientos del país entre 1821, año de la proclamación de independencia hasta el afianzamiento de los liberales a partir de 1855. Treinta años, literalmente omnipresente en la turbulenta y polémica vida política de la nación. Fue once veces presidente, y en ocasiones detrás del poder o contra el poder. Se le reconoció su capacidad enorme de influir y elegir a su antojo los relevos presidenciales y promover, con mucho acierto, intrigas, golpes y revueltas de todo tipo y estilo (biografías y vidas.com), al parecer esa fue su especialidad.

Le era indiferentes ser conservador que liberal, si de hacerse del poder se trataba. Fue inescrupuloso, carente de ideología, identificado como demagogo y oportunista; su poder fue inversamente proporcional a su coherencia. Como militar, su escaza visión geopolítica y de estrategia, la suplió con el arrojo y la arenga efectiva a sus tropas, relegando hábilmente al olvido sus fracasos y sustrayendo la máxima rentabilidad política de sus victorias.

Sus responsabilidades al frente de la Presidencia Nacional, se resumen a sus mediocres avances económicos y políticos de aquellos años y a la pérdida de la mitad del territorio nacional en la guerra contra Estados Unidos. El saldo nacional, con su presencia, por lo menos fue deprimente. Muchos muertos, mucha pobreza, muchos problemas sin resolver. Salvo su vida personal, pues se le atribuye haberse beneficiado con una parte de los quince millones de dólares que los Estados Unidos le entregaron al Gobierno Mexicano, como compensación por los daños al territorio mexicano durante la guerra. La fracción de territorio mexicano cedido a los Estados Unidos es el 14.49% del área total del territorio de los Estados Unidos actual y el 119% del territorio actual de México.

La cesión de estas tierras se formalizó a través del Tratado de Guadalupe Hidalgo y su nombre correcto es el de Tratado de Paz, Amistad, Límites y Arreglo Definitivo entre los Estados Unidos Mexicanos y los Estados Unidos de América, firmado el 2 de febrero de 1848 y ratificado el 30 de mayo del mismo año.

A partir de entonces, Santa Anna vivió exiliado en Colombia, Estados Unidos y en Cuba, divirtiéndose con ron, mulatas y peleas de gallos. Regresó a México en 1874 por el beneficio de la amnistía dictada por el Presidente Sebastián Lerdo de Tejada, falleciendo el 21 de junio de 1876. Mismo año en que falleció el gran Líder de la Reforma, nacido en San Pablo Guelatao, Oaxaca: Benito Pablo Juárez García.

Benito Juárez es con toda seguridad, el personaje mexicano del que más se ha escrito y estudiado.

Juárez fue un indio zapoteco llegado de una remota región de Oaxaca, que se convirtió en jun político hábil (conciliador e inflexible como tenía que serlo en su tiempo y en las circunstancias que le tocó enfrentar), un hombre de acción, no de teorías o discursos, que quedó marcado por su pertenencia a un origen, a una tradición, y por su anhelo de renovación y modernidad bajo principios republicanos y liberales. A diferencia del general Santa Anna, su tendencia a mantenerse en el poder no lo llevó a imponer el silencio como recurso para sobrevivir, ni el halago como el medio para prosperar (Conrado Hernández López, Juárez Desconocido).

Es todo un contraste en blanco y negro, entre un caudillo-dictador y un gran líder. De lo que comentaremos en la próxima entrega.

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