Los comités Nobel de Fisiología o Medicina, Física y Química premiarz tres científicas y cinco científicos que se han dedicado a desentrañar los macro y micro misterios que nos rodean.

Una búsqueda de décadas

Dos estadounidenses, Harvey J. Alter y Charles M. Rice y un británico, Michael Houghton, obtuvieron el Premio Nobel de Fisiología o Medicina por el descubrimiento del virus de la hepatitis C, con el cual “han hecho una contribución decisiva a la lucha contra la hepatitis de transmisión sanguínea”, consideró la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska.

Los tres premiados cooperaron, cada uno con su equipo de investigadores, en la caracterización del virus de la hepatitis C. Alter y colaboradores, informaron en 1975 que un virus desconocido era el causante de una forma de hepatitis crónica diferente a la causada por el virus de la hepatitis B por transfusión sanguínea y muy diferente al de la hepatitis A, que se transmite por alimentos y agua contaminada.

Al nuevo virus lo llamaron de la hepatitis No A No B, hasta que en 1989 Houghton y colaboradores aislaron la secuencia genética del virus en la sangre de chimpancés infectados, le dieron una identidad, y lo llamaron virus de la hepatitis C, pero aún faltaba confirmar que ese virus efectivamente causaba hepatitis.

Rice y colaboradores anunciaron en 1997 que habían generado una variante de ácido ribonucleico (ARN) del virus, que inyectó en el hígado de chimpancés, detectaron virus en su sangre y observaron cambios semejantes a los que presentan pacientes humanos con hepatitis crónica.

De esta forma, los tres científicos en tres décadas diferentes contribuyeron a la identificación plena del virus de la hepatitis C, que permite detectarlo en la sangre infectada.

Un descubrimiento singular

El británico Roger Penrose, precursor de la búsqueda de agujeros negros, obtuvo la mitad del monto monetario del premio Nobel de Física “por el descubrimiento de que la formación de un agujero negro es una predicción sólida de la teoría general de la relatividad”; en tanto que el alemán Reinhard Genzel y la estadounidense Andrea Ghez merecieron la otra mitad del Nobel “por el descubrimiento de un objeto compacto supermasivo en el centro de nuestra galaxia”, anunció la Real Academia de Ciencias de Suecia.

Penrose en 1965 demostró que los agujeros negros son una consecuencia directa de la teoría general de la relatividad de Einstein y los describió en detalle, refirió que en su corazón esconden una singularidad en la que cesan todas las leyes conocidas de la naturaleza, donde termina el tiempo y el espacio, allí capturan todo lo que entra en ellos y ni siquiera la luz puede escapar.

A partir de este planteamiento, Genzel y Ghez, cada uno con su equipo de astrónomos, enfocaron sus observaciones hacia el centro de la galaxia, conocida como Sagitario A*.

Descubrieron que las órbitas de las estrellas más brillantes más cercanas al centro de la Vía Láctea son atraídas fuertemente por un objeto invisible, extremadamente pesado, no mayor que nuestro sistema solar, con alrededor de cuatro millones de masas solares. Ese objeto jala del revoltijo de estrellas y las hace moverse a grandes velocidades.

Esta es la evidencia más convincente de que un agujero negro supermasivo se encuentra en el centro de la Vía Láctea.

La transformación de la vida

Por el desarrollo de un método de edición del genoma, la investigadora francesa Emmanuelle Charpentier y la estadounidense Jennifer A. Doudna, se convirtieron en las primeras dos mujeres que reciben el mismo año el Nobel de Química.

Ambas investigadoras perfeccionaron las tijeras genéticas CRISPR/Cas9, con las que se puede modificar el ácido desoxirribonucleico (ADN) de animales, plantas y microorganismos de una forma muy precisa, por lo cual “No solo ha revolucionado la ciencia básica, sino que también ha dado lugar a cultivos innovadores y dará lugar a nuevos tratamientos médicos innovadores”, aseguró Claes Gustafsson, presidente del Comité Nobel de Química.

En 2011, Charpentier descubrió por serendipia, es decir de forma inesperada, las tijeras genéticas, pues buscaba en la bacteria Streptococcus pyogenes el proceso por el cual se defiende de los virus, y encontró una molécula que los desarma porque rompe su ADN.

El siguiente paso fue la colaboración conjunta con Doudna, experta en el ácido ribonucleico (ARN), ambas recrearon esas tijeras genéticas y simplificaron sus componentes moleculares para que se usaran más fácilmente en el ADN viral. Pero también encontraron que CRISPR/Cas9 podía controlarse para cortar o editar cualquier molécula de ADN de los organismos y reescribir su código.

Con el descubrimiento de Charpentier y Doudna se han logrado “desarrollar cultivos que resisten el moho, las plagas y la sequía. En medicina se están realizando ensayos clínicos de nuevas terapias contra el cáncer” y contra enfermedades hereditarias, destacó el Comité

Nobel de Química.

Esos tres descubrimientos premiados con los Nobel de Ciencias han contribuido a comprender mejor nuestro micro y macrocosmos.

@RenAnaya2
f/René Anaya Periodista Científico
*Publicado en la revista Siempre!