Raúl García Gutiérrez

Pues sí. Aunque usted no lo crea. En el ejercicio de su noble función muchas maestras y maestros están siendo agredidos a través de las diferentes plataformas digitales utilizadas para enseñar a los niños.

Son cada vez más frecuentes las denuncias de los docentes que son insultados en las redes sociales. Algunos se han vuelto virales, como aquel profesor que fue engañado por sus alumnos al presionar ciertas teclas y lo sacó de la sesión. El asunto puede parecer chusco, si no fuera de por medio, la reputación del catedrático.

También se han dado a conocer los desafortunados casos en que los mentores han incurrido en errores como la discriminación hacia sus estudiantes. Con justa razón, se sabe que la mayoría de ellos han sido sancionados y, hasta separados de su cargo y funciones.

Como lo menciono en una colaboración anterior, las madres y padres de familia tienen la necesidad de salir a trabajar para satisfacer las necesidades del hogar. Con los niños solos en casa, sin supervisión de algún adulto, se ha vuelto común que rayen la pantalla de Zoom mientras imparten la clase, que escriban o compartan dibujos o imágenes inadecuadas, que se expresen con malas palabras, escudándose en el hecho de no estar frente a frente, de forma presencial, con el docente.

Ahora, frente a esta problemática, se ha vuelto necesaria la capacitación en seguridad de las redes. Otra carga adicional, ¡como si no tuvieran suficiente con todo el trabajo que desarrollan los profesores!

Se ha confiado a los paterfamilias, la supervisión en el trabajo en casa, no la enseñanza. Muchos de ellos viven ansiosos porque no saben cómo ayudar a sus hijos. Pero no es su trabajo enseñar. Su trabajo consiste en hacer que sus hijos vean los programas de televisión, así como verificar la recepción y envío de trabajos y tareas.

Algunos padres están interviniendo en las clases por videoconferencia. En cuanto detectan algún “mal trato” por parte de los docentes, intervienen en las clases, ofendiendo y denigrando al docente y provocando el temor de los demás participantes, menores de edad. Cuestionan a los maestros, exigen que las clases o la mecánica de los trabajos sean como ellos dicen; definitivamente desconocen las estrategias y procesos de planeación y enseñanza.

En mi opinión estarían incurriendo en un probable delito. Recordemos que el Código Penal Federal en su artículo 189, que dice: Al que cometa un delito en contra de un servidor público o agente de la autoridad en el acto de ejercer lícitamente sus funciones o con motivo de ellas, se le aplicará de uno a seis años de prisión, además de la que le corresponda por el delito cometido.

El confinamiento está generando demasiado estrés al interior de los hogares de los niños y, también, en el de los maestros. Las jornadas de trabajo de 7-8 horas, a las que estábamos acostumbrados, son cosa del pasado. Los profesores están atendiendo asuntos educativos al menos 12 horas diarias. No se diga los niños, especialmente los de primaria y secundaria, que no están habituados al trabajo a distancia, a la disciplina que esto implica.

Ante la ansiedad, la desesperación y demás factores que nos alteran, se debe solicitar apoyo a los maestros. En lugar de denigrar su loable profesión, debemos respaldar sus acciones hacia nuestros hijos. Estoy completamente seguro que ningún docente busca hacer un mal o hacer sentir infelices a sus alumnos. Están llevando a cabo un esfuerzo enorme para llevarles la educación hasta su propia casa.

La tolerancia, la comprensión y el respeto deben ser valores inculcados desde el hogar. La escuela refuerza estos y otros más. Los padres deben ser ejemplo de sus hijos. Al ofender o insultar a sus maestros, provocan que los menores pierdan el respeto por esas personas que están buscando las mejores estrategias para que ellos sigan con su formación académica básica.

¡Mi apoyo y solidaridad para los insustituibles maestros!
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