“El hombre prudente sabe prevenir el mal, el hombre valeroso soporta sin quejarse”. Pitaco de Mitilene.

“Cuidado con el hombre que habla de poner las cosas en orden. Poner las cosas en orden siempre significa poner las cosas bajo su control” Denis Diderot.
“Es prudente no fiarse por entero de quienes nos han engañado una vez”.
René Descartes”.

En esta ocasión deseo participar con usted amable lector, sobre una de las expresiones más comunes, quizá muy frecuentes, que tiene que ver o está relacionada con el comportamiento, la conducta y en sí, con los buenos resultados en su vida: la prudencia.
Esta, existe en muchos aspectos cotidianos. La hay en nuestra conducta; está presente en la religión; se encuentra en el medio de las finanzas y también en la política.

Por definición la prudencia es la capacidad de pensar, ante ciertos acontecimientos o actividades, sobre los riesgos posibles que estos conllevan, y adecuar o modificar la conducta para no recibir o producir perjuicios innecesarios.

El término proviene de prudentia, que pertenece al latín y significa “que actúa con conciencia de lo que hace o de las consecuencias de sus acciones”.
Desde la perspectiva religiosa, la prudencia se considera una virtud cardinal del catolicismo que, consiste en discernir y distinguir lo que está bien de lo que está mal y actuar en consecuencia.

En el medio de la actividad política, la aplicación de la prudencia política es esencial en las cualidades de un buen gobernante. Es la virtud que consiste en la capacidad de poner los medios necesarios para la solución de casos concretos, aplicando principios en situaciones tan complejas como cambiantes. Si se ignora, puede conducir al desconcierto y confusión entre los participantes de la acción política. Por eso, su ejercicio es vital en todo estadista que desea gobernar conservando la estabilidad política, brindando señales claras, encontrar la oportunidad para declararlas y no ser contradictorio sino consecuente al obrar (Hakansson, C. 2011, junio 28, UDEP).

En este medio, la prudencia tiende a ser un bien escaso o muy escaso. Los hechos indican que las personas que se dedican a la política, primero ven sus intereses personales a su estilo y modo, y tal vez, después hagan algo por el bien común.

En el caso de nuestro país, es el Presidente quien delimita el quehacer gubernamental. La prudencia recomienda que es bueno que primero en conjunto con sus secretarios, consensen una posición del gobierno, en los asuntos públicos, es decir el principio de unidad, que no es el de una sola persona.

El hablar y el hacer político manifiesta una saludable conducta, cuando se tienen presentes las disposiciones constitucionales, como referente de conducta. Es, en consecuencia, muy imprudente la actitud: “porque lo mando yo”. Esta situación se percibe en la forma clásica de un gobernante que más parece un caudillo.

En el aspecto de las finanzas personales, el tema se reduce a principios sencillos como, por ejemplo: no gastes más de lo que ganas y conserva una porción, aunque mínima para el ahorro y los imprevistos. Si adquieres deuda, esta debe tener soporte adecuado desde tus ingresos. Debes estructurar un plan de inversiones adecuado a las capacidades y aspiraciones, por ejemplo: la educación familiar; la adquisición de casa o vehículo; respaldo para la salud.

En la administración pública, se conserva el presupuesto de egresos que se origina con los ingresos y la conducta a seguir es aplicarlo en lo que se autoriza. Retirar, disminuir o aumentar la disponibilidad financiera en el presupuesto, se traduce a retirar, disminuir o aumentar los resultados. Estos son los que hablan.

Para cerrar la presente colaboración declaro que debo de ser prudente, pues lo que para unos es bueno, para otros no lo es. La conducta en el ser humano es en blanco y negro: algo así como que el ser humano, nacer no pide, vivir no sabe y morir no quiere.
Seamos prudentes.
Nos leemos en la próxima.
Galdino Rubio Bordes garubo58@gmail.com