El día después de las elecciones presidenciales estadunidenses, la moneda seguía en el aire sin que quedara claro cuándo el conteo daría un ganador, pero la incertidumbre imperaba luego de que el mandatario Donald Trump virtualmente se declaró ganador, habló de robo y amenazó con ir a la Suprema Corte, donde la mayoría de magistrados comparte su visión, en una nueva versión del conflicto postelectoral del 2000, que fue decidido por el máximo tribunal estadunidense.

En una frase: la institucionalidad estadunidense está en juego.

Si bien en la democracia se gana y se pierde por un solo voto, y esa situación no debe asustar a nadie, también lo es que la estrategia que aplicó el aún jefe de la Casa Blanca la madrugada del miércoles cuatro, resume la forma de su discurso: adjetivos positivos grandilocuentes hasta para la menor victoria electoral estatal. Acusar sin pruebas de una manera contundente. Y amenazar dando por hecho que esa amenaza es una realidad.

Quizá por coincidencia, el primer día del conflicto postelectoral Estados Unidos formalizó su salida del Acuerdo de París, que tardó años en elaborarse y era visto como pieza clave para detener el alza de la temperatura mundial. Sin que nuestro vecino del norte haga su parte, ese acuerdo será inútil, su objetivo se incumplirá y el cambio climático seguirá adelante con graves afectaciones en todo el mundo.

En 2000 el entonces aspirante presidencial demócrata Al Gore recusó el recuento de votos en el estado de Florida, con el cual su rival republicano George W. Bush se hacía con el triunfo. Luego la corte suprema floridense dio por válido ese conteo, pero entonces fue Bush quien recurrió a la Corte Suprema que invalidó el nuevo conteo, y el 13 de diciembre Gore aceptó su derrota en aras de la unidad y Bush ganó.

La situación trae más ecos del pasado y no solamente el de la situación electoral misma. Gore era y es un defensor del medio ambiente. Joe Biden ha prometido acciones que revertirían decisiones que dañan el medio ambiente tomadas por Trump.

Bush a través de sus agencias denunció que Irak tenía arma de destrucción masiva y derrocó a Sadam Hussein, creando una inestabilidad regional que aún sigue. Las armas de destrucción masiva nunca fueron encontradas. El actual mandatario estadunidense ha faltado a la verdad de manera reiterada en muchos temas, uno de ellos la pandemia de coronavirus.

Pero la situación es más grave hoy en día. Si hace 20 años se trataba de un estado, Florida, ahora se trata de al menos tres entidades: Wisconsin, Michigan y Pensilvania. En la mañana del primer día de conflicto poselectoral Wisconsin dio por triunfador a Biden por alrededor de un punto porcentual de ventaja y de inmediato la campaña de Trump pidió el recuento.

Pero el punto central es que el actual mandatario se declaró vencedor a las tres de la mañana cuando los conteos seguían y aún sin resultados se dijo robado. Nada nuevo en su comportamiento.

Pero hay que ampliar la mira. También se renovó la Cámara de Representantes, que seguirá en control demócrata, pero en cerradas contiendas que como en la presidencial, muestran que su ascendiente es escaso. La situación parecía repetirse en el Senado, donde ni demócratas ni republicanos podían cantar la mayoría.
Se trata de una división social traducida a términos políticos. Un proyecto político dominante no parece existir, y de ahí que la institucionalidad estadunidense esté en riesgo.

La situación respecto a hace dos décadas es más grave. El tema de la discriminación racial está en plena crisis entre el discurso y los hechos, pues mientras se habla de la existencia de una mejor situación para los afrodescendientes, en las calles los abusos están a la orden del día. Es solo un ejemplo.

Parece haber algo que impide el avance coordinado entre la realidad social y las instituciones políticas en Estados Unidos. Este conflicto postelectoral así lo muestra.

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