Tal y como ha tomado cuerpo desde la noche de la elección presidencial estadunidense, el objetivo es erosionar la confianza en el triunfo del candidato del Partido Demócrata, Joe Biden, en una estrategia que de ninguna manera terminará con su toma de posesión, sino que se mantendrá a lo largo de su gestión a fin de preparar una nueva candidatura presidencial de Donald Trump, o al menos fortalecerlo de tal manera que sea un factor de decisión muy importante en la selección de quien sea en 2024 el abanderado presidencial republicano y luego en su posterior campaña y más adelante en su potencial gobierno.

Es una situación muy delicada no solo para Estados Unidos, sino para el mundo entero, que vive un proceso de largo plazo de reajuste geopolítico y, en lo inmediato, de emergencia económica por la pandemia de coronavirus, donde lo menos que se necesita es un jefe de la Casa Blanca débil.

Necesitamos recordar que China avanza hacia la primera posición por generación de Producto Interno Bruto (PIB) y esta pandemia que inició en su territorio, si bien le dará un duro golpe en su crecimiento, será el único país con peso económico que tendrá un crecimiento positivo, de acuerdo a datos del Fondo Monetario Internacional (FMI).

También que Rusia, con la posible reelección ampliada de su presidente Vladimir Putin ya garantizada constitucionalmente, podría apuntalar el nuevo ascenso ruso que impulsa su mandatario, con repercusiones indudables sobre todo en Asia, donde el caminar de Moscú junto a China no avizora algo positivo para Estados Unidos.

Y del restablecimiento de la economía mundial que se ha hundido este año pandémico aún es prematuro hablar. Los hechos específicos lo explican por sí mismo. Una vacuna lista no existe, pues si bien la del laboratorio Pfizer se anunció con 90 por ciento de efectividad, también lo es que necesita equipo que la mantenga a menos 70 Celsius (o 70 grados bajo 0), lo que la vuelve problemática para muchos países.

A lo anterior debe de agregarse que un tratamiento confiable para quienes enfermen es inexiste aún, si hablamos con seriedad y nos dejamos de noticias falsas, y que cada día se reciben nuevos datos del coronavirus Sars-Cov-2, responsable de la Covid-19, de manera que el riesgo de detener de nueva cuenta la marcha económica es un hecho como se ha visto en Europa o México.

Ante todo ese panorama hacer problemática y confusa la transmisión de poderes en Estados Unidos carece de sentido y es una apuesta peligrosa para el mundo. ¿Hubo fraude electoral como lo dice el aún presidente Trump?

Lo que sabemos hoy en día nos indica que la inexistencia de una única estructura encargada de los comicios, como sí la hay en México, y que en su lugar cada entidad estadunidense tenga la suya, no parece ser de mucha ayuda para la certeza. Pero la confianza ciudadana en sus instituciones va más allá de los órganos electorales locales, incluye a los medios de comunicación que de manera casi unánime han dado por triunfador a Biden. Y este parece ser precisamente el objetivo: erosionar la confianza ciudadana en el próximo presidente, sin importar que el costo sea debilitar la de los organismos electorales o los medios de comunicación.

Por lo pronto se ha recordado que el presidente Trump a lo largo de su vida de negocios previa a su magistratura ha sido especialista en litigios, que usa como un arma más de negociación. De hecho, el exfiscal federal estadunidense James Zirin escribió un libro donde afirma que el mandatario ha estado envuelto en unos tres mil 500 litigios en 30 años de carrera empresarial, y de ahí el nombre que dio a su trabajo “Demandante en jefe”, en alusión a que el titular de la Casa Blanca es también el Comandante en Jefe militar.

Mientras, aún se esperan pruebas concretas del fraude electoral de cara a los procesos judiciales que el mandatario dijo comenzarían este lunes 9, y funcionarios de primer nivel del gobierno Trump apuntalan la erosión de la confianza ciudadana con declaraciones como la del secretario de Estado, Mike Pompeo, de que habrá una transición tranquila de gobierno, pero “a un segundo mandato de Trump”.

De salida: Desde el punto de vista de lo señalado líneas arriba, puede pensarse que la posición del gobierno mexicano de esperar los resultados oficiales es cauta pero positiva, y si al final esos resultados oficiales favorecen a Biden, se esperaría en consecuencia una posición oficial mexicana clara y resuelta.

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