Noviembre, en particular sus últimos días, ha visto el regreso de las actividades que permanecían adormiladas por la pandemia de coronavirus desde enero en China, y poco a poco en el resto del mundo de manera clara a partir de marzo. No es un año perdido, pero sí que ha permanecido casi en su mayor parte en detención. Y la constante en esta reactivación parece ser el reclamo al poder.

El tres de noviembre los estadunidenses acudieron a votar y eligieron a Joe Biden como su nuevo presidente, en medio de la situación no vista de que el mandatario saliente, Donald Trump, alegara fraude una y otra vez sin que haya podido aportar pruebas. Este capítulo de la era de la postverdad continuará y su siguiente representación será la nueva postulación presidencial de Trump con una campaña basada en erosionar la confianza ciudadana en su sucesor.

En la reactivación del mundo figuran los tres presidentes que tuvo Perú en alrededor de una semana, en donde el hilo conductor tiene que ver con la corrupción, un cáncer en toda la región y que no se alcanza a extirpar pese a todos los esfuerzos.

En Chile el referéndum que aprobó redactar una nueva Constitución que dejará atrás la elaborada en la era de la dictadura, fue seguido por nuevas manifestaciones que indican que la elección de quienes elaborarán el documento no será un proceso terso, mientras la queja de los chilenos sigue siendo la actitud represiva gubernamental. En tanto, en Venezuela, se ultiman los detalles de la elección legislativa de este domingo seis, que apunta a que la Asamblea Nacional pierda la mayoría opositora, pero en medio de dudas de que sea un proceso limpio.

En Europa la salida de Reino Unido de la Unión Europeo, proceso que ya se encuentra en el periodo de transición, sigue sin el pacto final, lo que abre la puerta a un divorcio sin acuerdo, situación que a ninguna de las partes conviene pero que se ve inminente.

El asesinato el viernes 27 de uno de los más destacados científicos nucleares de Irán, Mohsen Fakhrizadeh, en una emboscada de la cual Teherán estima muy probable que sea Israel el responsable, no preludia algo positivo para esa región. En efecto, Israel es un celoso vigilante del desarrollo nuclear de Irán, por lo que es factible que haya tenido una intervención, aunque media semana después del hecho no ha fijado posición oficial. En todo caso, una crisis en Medio Oriente no sería la mejor recepción para el nuevo jefe de la Casa Blanca.

En Francia el proyecto de ley de seguridad regresó a las calles a decenas de miles de manifestantes inconformes con la prohibición para tomar imágenes de la policía. Llama la atención que se castigue la intención de afectar a los elementos policiales, que han tenido meses de enfrentamientos con los llamados “chalecos amarillos” y luego los trabajadores inconformes con los cambios a la ley de pensiones. Las protestas tienen como destinatario al presidente Emmanuel Macron, cuya imagen se ha ido deteriorando cada vez más pese a los buenos auspicios con que tomó el poder en mayo de 2017.

Y en este recuento del despertar mundial cuando el coronavirus dista mucho de haberse ido, debe incluirse a Cuba, donde el pasado viernes 27 se dio la inusual reunión de decenas de artistas e intelectuales que protestaban frente al ministerio de Cultura por el trato dado al Movimiento San Isidro, cuyos miembros habían sido desalojados de su sede luego de declarase en huelga de hambre en exigencia de la liberación de Denis Solís, uno de sus miembros.

En este otro reclamo al poder, si bien es cierto que el gobierno cubano es indiscutible que ha sido acosado, no menos cierto resulta que las autoridades parecen carecer de capacidad de comprensión hacia las nuevas generaciones de cubanos.

Solís, rapero, según testimonios periodísticos, podría ser considerado ejemplo del esfuerzo individual que muestra que los logros revolucionarios no son totales. El decomiso de su bicitaxi por las autoridades a quien se graduó de enfermero, parece haber disparado tensiones personales imbricadas con el proceso revolucionario, como el que su padre haya emigrado tras la victoria revolucionaria sin que volviera a ocuparse de él.

En Cuba, ser rapero es algo inusual, más aún decir frente a un agente policiaco que “Mi presidente es Trump”, olvidando el aumento del acoso que la isla ha vivido en la gestión del mandatario saliente.

Empero, el no menos insólito plantón de decenas de artistas e intelectuales frente al ministerio de Cultura, muestra que en Cuba la revolución se ha avejentado y debe de ser objeto de otra Revolución, en la cual se conserven los logros pero se atiendan demanda y necesidades de la nueva generación, un proceso de alto riesgo porque la cara de abuelo bondadoso de Biden no significará que el bloqueo económico de más de medio siglo termine, aunque sí es de esperarse una “suavización” como en el gobierno de Barack Obama.

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