A una corta edad, Martha Bautista Teresa supo que su vida no sería fácil; desde muy pequeña ha enfrentado adversidades, las cuales hoy en día la han convertido en la mujer ejemplar que es.

Lustradora de zapatos por oficio, Martha fue traída a la ciudad de Pachuca desde los 5 años, y permaneció en el internado ‘La Buena Madre’ hasta los 18. «Una tía me trajo a vivir con una señora que me trataba mal y me escapé. Fue por doña Soledad que llegué al internado», narró.

Una vez cumplida la mayoría de edad, Martha fue enviada con unos familiares en la Ciudad de México, pero al no sentirse a gusto en esa ciudad, decidió volver a la capital hidalguense.

Realizó diversos trabajos como obrera o empleada doméstica, pero encontró su oficio de vida como boleadora de zapatos, convirtiéndose así, en una de las pocas mujeres que realizan dicha actividad en Hidalgo.

El reto de lustrar zapatos

Cada mañana, en el Jardín de los Hombres Ilustres, junto al Palacio de Gobierno, se puede encontrar a Martha; desde muy temprano inicia sus labores con las que gana 20 pesos por boleada, más la venta de cigarros; sin embargo, la contingencia por Covid-19 ha mermado drásticamente su trabajo. Ahora, no se le encuentra todos los días.

Ante esto, la señora Martha espera encontrar una oportunidad para cambiar de giro laboral, aunque eso signifique dejar el oficio que ha practicado por décadas. “Quisiera meterme a trabajar de los que andan barriendo por aquí en gobierno, para tener un sueldo más seguro y no estar aquí, porque a veces hay y a veces no hay”.

La mujer de cabello cano recordó como inició en el oficio: “Conocí en un carrito de bolero a un señor, quien me animó a dejar mi trabajo de limpieza y empezar aprender la boleada y desde ahí seguí. Me gustó”.

Al ser cuestionada sobre las dificultades que ha enfrentado por el hecho de ser una mujer boleadora, Martha relató con tristeza la ocasión en que un hombre se negó a lustrar sus zapatos con ella; “el señor le dijo a su esposa que, con las mujeres no, que más adelante había hombres que lo hicieran. Con eso si te ofendes, porque la necesidad que yo tengo es la misma que los hombres”.

Para doña Martha todas las mujeres son fregonas, porque salen adelante de un modo o de otro; por eso ella cuenta su historia a todos sus clientes, amigos y conocidos, aquellos que le inspiran confianza.

Una familia sobre sus hombros

La lustradora de zapatos refirió con anhelo que fue gracias a este trabajo que conoció a su esposo, con quien se casó cuando ella tenía 20 años. Él tenía más de cincuenta.

Durante años, Martha se entregó a su trabajo y a la crianza de su único hijo y su principal motivación: Fernando Emilio, quien ahora tiene 15 años y ha destacado como estudiante.

“Yo tenía dos hijos, tanto mi marido como mi hijo. A mi esposo le dio cáncer desafortunadamente y falleció. No me he doblado, aun cuando lo enterramos yo me vine a trabajar; aquí en mi carrito de bolear zapatos salí de la depresión para sacar a mi hijo adelante”.

Y así lo ha hecho, Martha se esfuerza día con día para cumplir la promesa que le hizo a su esposo, para lograr que Fernando sea una persona en la vida. “El chamaco quiere seguir estudiando, si mi hijo le echa ganas, ¿por qué yo, de mamá, no lo haré?”

Los sueños que faltan construir

Luego de recordar gran parte de su vida, Martha narró como por más de 10 años gestionó con autoridades locales la reubicación de su hogar en Camelia, debido a que se encuentra en zona de alto riesgo.

Tras años de espera, logró ser reubicada en un terreno en San Antonio; sin embargo, su lucha continúa, pues ella no cuenta con los recursos para construir la vivienda con la que ha soñado.

Desesperada por la falta de ayuda en plena crisis sanitaria, Martha no pierde la esperanza y agradece a quienes le han brindado su apoyo sincero.

Una mujer ejemplar, luchadora, valiente y sincera. “El consejo que yo le doy a todas las mujeres es que hay que luchar día con día. Nosotras las mujeres debemos de seguir adelante, nosotras no nos rajamos por nada”.