Jorge Esqueda

¿Qué relación existe entre el fundador de Wikileaks, Julian Assange, quien recibió ofrecimiento de asilo por parte de México, y el ya casi expresidente Donald Trump, en particular sus esfuerzos para deslegitimar la victoria del demócrata Joe Biden?

A primera vista existe poca relación, pero analizado de manera detenida, se concluye que ambos son parte de una misma realidad, como caras de la misma moneda, donde el uno implica al otro.

En números redondos el penar judicial del nacido en Australia, más que duplica la duración de las actividades que le dieron fama, pues su carrera duró cuatro años, mientras lleva ya una década lidiando con tribunales de Suecia, Reino Unido y especialmente, de Estados Unidos, en una situación que no se prevé finalice pronto.

Wikileaks nació como un sitio en internet donde publicar documentos sobre actos cuestionables de gobiernos. En 2010 dio el gran “home run”, al divulgar 77 mil documentos militares que luego fueron acompañados de 400 mil informes sobre la guerra en Irak con imágenes de torturas y asesinatos de civiles por soldados estadunidenses.

Assange no actuó solo, sino que la materia prima más destacada para su portal le fue proporcionada por Chelsea Manning en su personalidad previa de Edward, quien se valió de su cargo de analista del ejército estadunidense para obtener información, igual que Edward Snowden cuando laboraba en la Agencia Nacional de Seguridad.

Los documentos filtrados crearon una crisis en los sistemas de seguridad nacional estadunidenses, y dañaron la reputación de Estados Unidos, que pronto vio su imagen de defensor de la democracia y los derechos humanos caer por los suelos ante la magnitud de las revelaciones.

En rigor, sacar documentos del tipo que filtraron Manning y Snowden es un delito en su país y casi en cualquiera. Pero en ellos se revelaban otros delitos muchos más importantes, los cuales fueron cometidos al amparo de la suposición de que se estaba aplicando la ley y defendiendo los valores de la democracia.

Es en este punto donde la acción del australiano que el tres de julio cumplirá 50 años de edad se une a la del presidente estadunidense Trump y su cadena de acciones para deslegitimar la victoria de su oponente Joe Biden.

El aún jefe de la Casa Blanca, como ya quedó dicho en estas mismas páginas, busca al rechazar su derrota sin pruebas, erosionar la credibilidad y legitimidad de Biden, acciones que hasta donde se conoce, no había realizado ningún otro rival de un mandatario estadunidense entrante.

Una cúspide de esa estrategia ocurrió el pasado sábado, cuando Trump presionó a funcionarios del estado de Georgia para que encontraran 11 mil 799 votos, necesarios para anular la victoria en esa sureña entidad del demócrata, avanzar en la anulación de todo el resultado electoral de noviembre y lograr la permanencia del actual jefe de la Casa Blanca.

A media semana se verá que tanto el millonario estadunidense dueño de clubes de golf y hoteles en varios lugares del mundo, logró presionar a su vicepresidente Mike Pence, quien en ese carácter presidirá la sesión en la cual el Congreso estadunidense sancionará la resolución del Colegio Electoral de dar por buena la votación de noviembre y hacer oficial el triunfo de Biden.

No será una jornada sencilla para el vicepresidente, quien ha sido un leal escudero de Trump pero también tiene sus aspiraciones, las cuales para concretarse tendrán que no molestar a los grupos radicales que la noche de este martes 5 asediaban Washington con la amenaza de generar disturbios si el mandatario no logra su objetivo.

Personalidades como Assange son posibles por la existencia de poderosos que no respetan las normas legales ni los valladares éticos, y más allá del aspecto legal, su conducta debe verse en un contexto más amplio.

De salida: Argentina no se condenará luego de que su Legislativo aprobó la suspensión de la gestación hasta la semana 14. Se trató de un resultado que nos muestra la persistencia combativa de las mujeres argentinas, representadas por Evita y la Madres de la Plaza de Mayo.

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