La llamada posmodernidad, no es mejor ni peor que otras épocas que ha vivido la humanidad. De hecho, si lo analizamos a detalle y con visión crítica, es un espacio de tiempo extraordinariamente complejo y convulso, amen de acelerado, el cual se caracteriza entre otras cosas por la sobreinformación, que poco o nada tiene que ver con el conocimiento y, mucho menos, con la sabiduría.

Félix de Azúa (Barcelona, 1944), poeta novísimo y miembro emérito de la Real Academia Española de la Lengua, en entrevista en 2019 dejó ver algunos de los dilemas de nuestro tiempo. Uno de ellos es la cultura del victimismo, otro el de la corrección política, que en sus propias palabras es “el fascismo contemporáneo”.

Y es que hoy, ir en contra de la corriente, así sea con pensamiento crítico y evidencia científica para combatir ciertos dogmas e ideologías, es sumamente complicado e inclusive peligroso. Hoy vemos en todas partes casi omnipresente esa cultura de lo políticamente correcto y de la adecuación forzosa y casi obligada al pensamiento único. Sin embargo, y hay que decirlo, la corrección política lleva implícita también una carga de hipocresía social y de desviación de lo verdaderamente importante. ¿Para qué? Pareciera que solamente para fomentar la división, el encono, la guerra civil virtual y la descalificación automática e ideológica de personas contra personas.

Incluso las redes sociales, que en cierto sentido se pensaban libres y democráticas, ya empiezan abiertamente a ser controladas por esa tiranía de lo políticamente correcto. En los medios de comunicación tradicionales esto ya ocurría desde hace al menos cincuenta años en todo el mundo, pero como si esto no bastara, ahora ya vemos la contracultura de la censura en contenidos de redes que reflejan posturas que aun siendo respetables, discutibles y hasta posiblemente verdaderas, no se ajustan a la ortodoxia hegemónica del pensamiento único y dominante que desde alguna extraña agenda se pretende imponer como verdad incontrovertible.

Redes como YouTube están vetando contenidos, algunos con justificación, pero otros de modo irracional y arbitrario. Evidentemente existe una infodemia que debe ser combatida para no desinformar más a una sociedad ya de por sí acrítica y saturada de información a bombazos. Pero de ahí a vetar o censurar en automático a personas calificadas para hablar de Covid o de feminismo -como el grupo Médicos por la Verdad o como la reconocida académica argentina Roxana Kreimer- sólo por no ajustarse a lo políticamente correcto y aceptado cual si se tratase de una simple fórmula matemática y no de biología y humanidades, me parece un error grave que en definitiva nos acerca más a una nueva inquisición que a la libertad responsable e informada de fijar una postura en pleno siglo XXI.

Las opiniones vertidas en ejercicio de mi libertad de expresión son siempre a título personal. Por un mundo de paz y de respeto hacia toda persona, bienvenido el debate de ideas. ¡Que viva la diversidad y todo aquello que nos hace únicos!

 

Salvador Franco Cravioto