La mano dura surgió en Estados Unidos tras la “toma” del Capitolio la semana pasada que costó cinco muertos. Es una reacción comprensible, natural, obligada, sin embargo muestra que el sistema político estadunidense, visto desde fuera, tiene pocas salidas ante la crisis.

Con la velocidad usual en los sistemas de noticias del país del norte, muy poco tiempo había pasado de esa toma cuando ya se difundían perfiles de las figuras más fotográficas de ese miércoles 6, así como de los grupos sociales a los cuales pertenecen y que se movilizaron en esa fecha. La conclusión es que, simplemente, todos ellos son parte del pueblo estadunidense.

Muchos de los que entraron al Capitolio creen en las llamadas teorías del complot, que sostienen la existencia de hechos o situaciones inverosímiles, como la creencia de que la Tierra es plana, la cual ha pululado a lo largo de la historia y renació con cierta fuerza a principios de este siglo.

También denuncian una red de pedófilos en donde estarían figuras políticas de primer nivel, como la ex primera dama y ex candidata presidencial demócrata Hillary Clinton. Desde luego que muy pero muy pocos de quienes participaron en esa toma portaban cubrebocas, lo que nos habla con precisión de cómo ven la pandemia, y también se contaban enemigos del aborto o de las vacunas.

Pudiera pensarse que se trata de personas muy mal informadas, de bajo nivel de escolaridad, adictas a las redes sociales donde esas teorías del complot abundan y así es, pero también hay grupos mucho más organizados, como los Proud Boys, la antípoda del grupo Black Lives Matters, conocido este por su defensa de las vidas de las personas de color víctimas de la brutalidad policiaca.

La actividad de los Proud Boys hace ver que el racismo es aún un tema vivo en Estados Unidos, pero la situación se complica cuando en su “ideario”, se encuentra la certeza de la superioridad blanca, el rechazo radical a los musulmanes y, desde luego, la misoginia.

Es difícil encontrar un hilo conductor en la forma de pensar de todas esas organizaciones y grupos, que consideran con mucho poder a entidades como la Comisión Trilateral, los Iluminati o el secretísimo Bilderberg Group, que reúne de vez en vez a la élite económica y política occidental, para hablar de frente y con sinceridad, según describe un trabajo de la BBC.

Existe, desde luego, un hilo conductor entre todos los grupos y organizaciones descritas y el todavía presidente estadunidense Donald Trump, quien a lo largo de su campaña por la Casa Blanca en 2015 aglutinó a muchas personas temerosas del desplazamiento laboral por el avance tecnológico y la mejor productividad representado por China, de la presunta invasión de migrantes sin documentos caracterizados por mexicanos y, desde luego, de los políticos de Washington encapsulados a sí mismos en sus privilegios.

Los estadunidenses deberían de analizar como en el año de la pandemia, los temores de un amplio sector de su sociedad se agudizaron hasta la pretensión de buscar la reelección de Trump, y cómo fue que no importó que en sus quejas de fraude, no hubiera pruebas claras para demostrar el robo del que se quejaban.

Por supuesto, también tendrán que revisar lo que pasa en Estados Unidos como para que haya suficiente pradera seca y se incendie con teorías conspirativas sin asidero con la realidad, para que se crea que una inyección de desinfectante puede acabar con el coronavirus, sin olvidar el examen severo a su sistema educativo que lleve a entender por qué aporta tan pocas herramientas de comprensión.

Sin olvidar que como en otros muchos lugares del mundo, México incluido, la clase política está alejada de la gente común y corriente, desconociendo sus necesidades, suponiendo que lo hace bien, tan bien, que no necesita hacer examen de conciencia y menos evaluar su desempeño público.

Todo esto también instigó la toma del Capitolio como cuatro años atrás influyó en la derrota de Hillary. Lo trágico es que la reconstrucción del sistema político estadunidense estará en manos de la misma clase política que ha propiciado esta crisis.

De salida: ¿Que tan probable es que Donald Trump sea el segundo presidente estadunidense en renunciar al cargo? A horas de que inicie el segundo proceso de impeachment (juicio político) al millonario neoyorquino, las probabilidades parecen ser pocas, pues ganaría más siendo destituido. Podría llevarse el voto que hasta ahora ha sido republicano, en lo que el liderazgo de ese partido parece ver como una limpia necesaria para posicionarse como la entidad de las verdaderas Ley y Orden.

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