Jorge Esqueda

La autoridad de los dueños de las redes sociales sigue en duda. El motivo es la suspensión de cuentas por violar sus condiciones de servicio, asunto que es parte de la problemática más amplia que incluye al menos dos temas: quien puede censurar y el choque de dos poderes, el de los gobiernos y el de esas empresas privadas.

Aparte es la comercialización de la información de los usuarios, donde la versión oficial afirma que el contenido de las conversaciones es y sigue siendo privado, no así otro tipo de datos que concibe al usuario de la red como ente económico, y en consecuencia, sus datos son una especie de contraprestación o pago por el uso de la red de que se trate.

Mientras se discute y llega a un nuevo orden en ambos grandes temas, la suspensión de cuentas sigue. La tarde este martes 26 nos enteramos del fin de la cuenta del vocalista del grupo Zoé, León Larregui, quien en Twitter había rechazado vacunarse y llamaba a no hacerlo, siguiendo a las teorías de complot siempre falsas. Sus afirmaciones son falsas, ¿pero los administradores tienen el derecho a censurar?

Lo que de entrada desprende una revisión no experta de los términos de servicio y de las reglas y política del microblog, es cierta contradicción entre unas y otras.
En los términos se afirma que “No ratificamos, apoyamos, reafirmamos ni garantizamos la compleción, veracidad, precisión o fiabilidad de ningún Contenido o comunicación”. Entonces ¿por qué cerrar una cuenta que rechaza la vacunación por ser una forma de control si el microblog no ratifica, apoya, etcétera?

Pero más allá de la revisión lógica y legal de las normas, la pregunta sigue siendo ¿puede una empresa privada coartar la libertad de expresión de sus usuarios?
Los mensajes a través de las redes sociales tuvieron un papel político destacado en la llamada Primavera Árabe, las protestas contra las directrices de China en Hong Kong, la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca y la lista podría seguir. El gobierno chino, oponiéndose a la expresión amplia de sus ciudadanos, mantiene cerradas las puertas a Twitter, pero solo confirma la importancia de ese microblog en el país asiático y su influencia.

El papel de las redes en esos hechos de nuestra historia reciente fue facilitar la comunicación entre manifestantes, de manera que, por ejemplo, el gobierno egipcio cerró en plena sublevación el acceso al microblog, pero más allá de ser usado como herramienta organizativa, las redes sociales son foros de expresión donde la gente airea sus inconformidades y busca opciones.

Si los administradores cayeran bajo la influencia de los gobiernos ¿serían calificados como “mensajes de odio” los que cuestionan al poder establecido? ¿Qué garantiza que las redes sociales cierren o abran sus foros en función de sus conveniencias comerciales particulares?

Todas las redes sociales son campos fértiles para las guerras de desinformación, aunque no es lo mismo la que inicia un solo individuo o inclusive una corporación a la de un gobierno, y aún en ese caso ¿son los administradores los idóneos para cerrar cuentas y favorecer así a un bando?
Además, se debe tomar en cuenta que una guerra de desinformación se basa en una deficiente capacidad de procesar datos de los destinatarios, y la censura no elimina esa deficiencia, sino la conserva, convirtiendo a los presuntos defendidos en perpetuos menores de edad.

Por lo demás, un editor en un país gobernado de manera autoritaria, aunque tenga escasos y estériles recursos para oponerse a una censura, siempre sabe la oficina que ordenó su censura y cuál lo ejecutó, pero en el caso de las redes sociales se ignora por completo quien lee, quien evalúa y quien ordena el cierre de cuentas, sin que haya recursos transparentes de oposición o revisión, lo que solo sucede en los regímenes más autoritarios

Quedan pendientes los temas del poder económicos de las empresas que administran las redes sociales, así como el poder político que han acumulado y que las enfrentan ya a los poderes gubernamentales, temas que habrá que abordar y generar una discusión que ayude a evitar que las redes se conviertan en bomberos de Ray Bradbury o Gran Hermano de George Orwell.

j_esqueda8@hotmail.com