Costó mucho poder lograr que hubiera luz eléctrica en nuestro país, desde el virreinato hasta nuestros días este tema ha estado lleno de éxitos, fracasos e incluso muertes.

Hoy en día vuelve a abordarse el tema de la luz eléctrica en la que Rocío Nahle, secretaria nacional de Energía y el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador han criticado una amplia reforma energética realizada en los gobiernos anteriores, que profundizó la apertura del sector energético al capital privado, pero que a ojos de la administración actual debilitó a la CFE y hasta a la estatal petrolera Pemex.

El servicio de luz eléctrica se ha vuelto un negocio favorecido por las cúpulas nacionales que se han enriquecido con este bien. ¿Qué tanto ha costado a México tener luz eléctrica?

Analicémoslo:

Era una boca de lobo. No era posible ver ni la palma de la mano. Al caer la tarde era menester que todos los habitantes de la ciudad de México se hallaran a buen refugio. Las actividades cotidianas terminaban con los últimos rayos de sol y pocos se atrevían a caminar por las oscuras calles de la capital novohispana, que no estaban exentas de la delincuencia.

Si por iniciativa propia, el dueño de alguna casa colocaba un farol en el pórtico ya era ganancia. Sin embargo, durante décadas no hubo más luz que la proporcionada generosamente por la luna llena cada 28 días. En ocasiones era posible divisar el reflejo que producían los candelabros o las velas al interior de las casas, pero sus gruesas paredes y la altura de las construcciones impedían que el reflejo sirviera para transitar por las noches.

Transcurrieron poco más de dos siglos, desde la fundación de la ciudad de México, antes de que la autoridad virreinal tomara cartas en el asunto del alumbrado público. La primera disposición fue expedida el 23 de septiembre de 1762 por el corregidor don Tomás de Rivera Santa Cruz, quien ordenó, por medio de un bando, que los dueños de casas tenían la obligación de colgar un faro de vidrio con luz que durase encendido hasta las once de la noche. Como suele suceder, la disposición entró en vigor de inmediato pero sólo fue respetada durante algunas semanas. Al poco tiempo cayó en desuso, por lo que en julio de 1768 y en septiembre de 1776 volvió a mandarse poner faroles.

La primera calle que contó con faroles uniformes fue la de don Juan Manuel –hoy República de Uruguay-, pero siempre a costa de los particulares. Parecía extraño que sólo ese tramo se encontrara tan iluminado. Sin embargo, había una razón muy poderosa: durante años la gente creyó en la leyenda de don Juan Manuel, aquel noble español que asesinaba a sus víctimas diciéndoles: “dichoso usted que sabe la hora en que va a morir”. La casa se encontraba en esa calle y nadie quería caminar a oscuras por ella.

Con la llegada del segundo conde de Revillagigedo, la ciudad se transformó radicalmente. El virrey ordenó limpiar las calles, organizar el comercio, procurar la realización de un drenaje. Y el 15 de abril de 1790 estableció el alumbrado público en la ciudad sin intervención de los particulares, sino por cuenta exclusiva del gobierno.
El 2 de agosto de 1857, en vísperas de la guerra de Reforma, el presidente Comonfort inauguró el alumbrado con gas. El porfiriato culminó la obra iniciada durante el México virreinal.

El Diccionario de geografía, historia y biografía mexicanas de la V. de Ch. Bouret, en su edición de 1910, al respecto señalaba:

“Actualmente la ciudad de México es una de las mejor alumbradas. En junio de 1910 tenía 630 focos de 2000 bujías. 630 de 1200 bujías, 125 lámparas incandescentes de 50 bujías y 14 de 35. Además los paseos principales tienen su alumbrado eléctrico especial”. Así, el porfiriato con sus aires modernizadores pudo decir: “y se hizo la luz”.

La compañía de luz eléctrica se volvió una transnacional hasta que el 27 de septiembre de 1960, la nación mexicana tomó posesión de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, antes denominada Mexican Light and Power Company. En un acto multitudinario realizado en esa fecha en el Zócalo de la Ciudad de México, el presidente en turno Adolfo López Mateos expresó:

“Al tomar posesión la Nación mexicana de la Compañía de Luz, se consuma un largo esfuerzo desarrollado por el pueblo de México para tener en sus manos la energía eléctrica que en el país se produce por manos de mexicanos. La nacionalización de la energía eléctrica es una meta alcanzada por el pueblo en el camino de la Revolución. Siempre hemos sostenido que alcanzar una meta debe ser punto de partida para más importantes realizaciones, y ahora invitamos al pueblo de México a que, en posesión de su energía eléctrica, acreciente su industrialización para llevar a los hogares de todos, los beneficios de la energía eléctrica y los de la industrialización (…) Y en esta ocasión en que se cumple una etapa más, podemos afirmar: México es cada día más soberano, cada día más libre, cada día más independiente, por el esfuerzo de ustedes, por el esfuerzo de todos los mexicanos.

¡Adelante… México es nuestro! ”

Hoy en día los Certificados de Energía Limpia (CEL) que las empresas privadas venden a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) representan un costo a 20 años de 100 mil 000 millones de pesos de acuerdo a lo que reveló la secretaria de Energía, Rocío Nahle.

“De forma absurda”, la reforma energética promovió la electricidad generada con fuentes limpias, pero dejó fuera a las plantas hidroeléctricas y la central nuclear de Laguna Verde de la propia CFE.

¿Cuál será el próximo capítulo de la historia de la luz eléctrica en México? ¿Tú lo sabes?… yo tampoco, sin duda es incierto.