Arturo Gil Borja

No hay duda que, tanto en México como en el mundo, hay personas de muy buenas intenciones; inclusive, si recuerdas la obra maestra de Dante Alighieri, “La Divina Comedia”, en el purgatorio sufrían las almas nobles que siempre tuvieron ideas, planes y proyectos encomiables, pero eran irrealizables o jamás los concretaron.

Así sucede con algunos legisladores, que dependiendo las etapas que afrontarán a futuro, les da por realizar propuestas llamativas, pero que, aún legisladas, se convierten en letra muerta.

Sin la pretensión de señalar a personajes y/o partidos políticos, solo recordaremos la ocasión en que México abolió la pena de muerte, tras la firma de un acuerdo internacional, mismo que contempla la irrevocabilidad de dicha determinación; no obstante, y previo a una campaña electoral, un partido político ofrecía establecer la pena de muerte a secuestradores… En realidad, le mentían a la gente a cambio de votos.

Curioso es el caso que hoy citamos, pues en el Congreso de la Unión, con bombo y platillo, se aprobaron dos reformas que, sin duda alguna, y de ser aplicadas al mundo real, serían de lo mejor.

Por un lado, y ante la necesidad del aislamiento de las personas, para evitar los contagios, muchas empresas recurrieron al trabajo a través de medios digitales, conocido como el “Teletrabajo”, con lo cual, la empresa, que así pudiere trabajar, no requería de la presencia del empelado y así se cumplía con las medidas sanitarias.

No fue fácil, como sucedió en todos los sectores que apostaron por el trabajo y las actividades a distancia, pero al final, quien tuvo la oportunidad, se acopló a un nuevo sistema.

Estas empresas, en un intento por subsistir, dejaron de pagar rentas y servicios (luz, agua, seguridad, entre otros), e inclusive despidieron trabajadores, pues el ahorrar el gasto de los conceptos en cita, no significaba superar la grave crisis económica global a la que se han enfrentado desde enero del 2020.

Los trabajadores, que aun conservaron su empleo, hicieron lo posible por contar con internet, asumir los gastos de corriente eléctrica y lo que implicaba modificar sus horarios, hábitos alimenticios e inclusive físicos.

Así, los últimos ahorraban el pasaje y el tiempo de transporte que a diario gastaban, consumiendo en casa y paralizando a otro sector, como lo es el de los alimentos, los estacionamientos, el transporte público y de servicio privado, etcétera.

Los diputados tuvieron la brillante idea de establecer una regulación denominada “Teletrabajo”, mediante la cual, obligan al patrón a pagar los consumos que el empleado realiza para cumplir con su labor; hasta el momento, no se nos ha informado de un solo patrón que hubiere dado cumplimiento y de un trabajador, que, ante el temor de perder su ingreso, haya acusado el incumplimiento en comento.

Una iniciativa innovadora, que tiene las mejores intenciones, y que será anunciada en campañas, como la panacea que solventó la crisis de los trabajadores, cuando en realidad, nació muerta, ante la imposibilidad de su ejecución.

Lo mismo resulta con el incremento del 15% al salario mínimo, que a la fecha ha sido inaplicable e inoperante, y peor aún, a trabajadores al servicio del estado, en los que se incluyen catedráticos y personal de apoyo a la educación en instituciones públicas, muchos llevan años sin percibir un solo incremento y otros, a lo sumo, alrededor del 3% anual.

Una vez más, la demagogia y buenas intenciones, supera la realidad y lo que los mexicanos esperamos. Deseo sinceramente, que las futuras propuestas, lejos de contener tintes de convencimiento público, traigan consigo, las soluciones que, por mandato de ley, se deban legislar.

Por hoy me despido, esperando tus comentarios.

Hasta la próxima.
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