Jorge Esqueda
El expresidente estadunidense Donald Trump y el coronavirus que asola al mundo tienen algo en común: debemos a acostumbrarnos a convivir con ambos por un buen tiempo.
Contra el patógeno responsable de la Covid-19 ya existe vacuna, aunque no alcanza para todos. Contra el exmandatario estadunidense algo similar no existe, pero el sentido común de los estadunidenses podría ser esa vacuna, aunque es de dudarse por varias causas.
Trump salió sin daños el pasado sábado 13 del juicio político en su contra por una formalidad: ya no era mandatario, en consecuencia, no se le podía aplicar un impeachment o su equivalente en México, un juicio político. Es, cierto, una formalidad, pero una formalidad que habla de un sistema con reglas.
Esas reglas son las que el exmandatario violó de manera abierta a lo largo de su mandato, aunque la intensidad de las infracciones creció con el periodo electoral en que perdió su reelección, y se agudizó con la declaratoria formal de la victoria de Biden el pasado seis de enero, cuando su comportamiento fue considerado un llamado a la subversión, incluyendo la demanda al exvicepresidente Mike Pen, para que abortara esa declaratoria formal desde su cargo de presidente del Senado, a lo que se negó el entonces número dos de la Casa Blanca.
En la memoria y en múltiples registros quedan los mensajes en que Trump apenas disimulaba las demandas a sus seguidores para evitar la ascensión de Biden cobijado en un fraude electoral que solo estaba en la mente del en ese momento presidente.
Una vez librado del impeachment, la rendición formal de cuentas no termina, pues podrían seguir los tribunales de la justicia ordinaria, según analistas y figuras políticas de primer orden como Mitch MacConnell, ahora líder de la minoría republicana en el Senado.
Y si se decide llevarlo a un juicio en el sistema ordinario de justicia, se engrosaría la lista de causas que el ex mandatario tiene pendientes, incluyendo una fiscal por sus declaraciones fiscales.
Sin embargo, a Trump parece no intimidarle esa posibilidad. Desde fuera, se ve que es posible que le sirvan para presentarse como víctima del sistema que, dijo en su campaña, quiso combatir, y aún más, que en esos posibles juicios encuentre fuerza para encabezar el movimiento que avisó dirige desde el momento mismo en que no fue procedente el juicio político en su contra.
Aún más, ahora ha iniciado una ofensiva contra la figura republicana de mayor relieve en el poder legislativo, el senador MacConnell, quien si bien votó en contra de enjuiciarlo políticamente, acusó que el ex mandatario es moralmente responsable de la invasión al Capitolio, y sugirió precisamente la posibilidad de llevarlo a la justicia ordinaria.
Se cree posible que Trump quiera ser de nueva cuenta presidente y haya comenzado con estos ataques su campaña para las elecciones de 2024. Es muy posible, sin embargo antes existe al menos la meta intermedia de las elecciones de 2022, en la que de nueva cuenta estarán en juego escaños senatoriales y de la Cámara de Representantes, además de las gubernaturas que cambien.
Así, ante esa meta intermedia, lo que es obvio es que el anterior presidente estadunidense busque que el Partido Republicano haga suyos a sus candidatos, a fin de tener la suficiente base política para luego impulsar su propia su candidatura presidencial o apoyar a alguien afín.
Y no se trata solo de él, se trata de esa casi mitad de votantes estadunidenses que votaron por Trump el pasado noviembre y que hablan de una fuerza real, que existe, y que si cualquier imponderable sucede a Trump, le buscará un sucesor. El reto, entonces, es la manera de desactivar el descontento de esa casi mitad de votantes para que la base social trumpiana se debilite.
Ese es el reto de Joe Biden, quien avanza en su primer reto: la vacunación contra la Covid-19, pues las cifras a primera hora de este martes 16 marcaban que se ha vacunado al 12 por ciento de la población total estadunidense, y cuatro por ciento de la misma ya recibió la segunda.
De salida: Este miércoles el secretario de Relaciones Exteriores, MarceloEbrard, representará al gobierno mexicano en la sesión a nivel ministerial del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, con la sencilla demanda de que la distribución mundial de vacunas sea equitativa. Un reclamo justo pero muy difícil de cumplir si no se abandonan las reglas comerciales en vigor y la producción sigue siendo superada de manera amplia por la demanda.
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