Uno desearía cambiar de tema, pero en realidad la Covid19 sigue y seguirá imponiéndose, pues junto a la capacidad de mutación del coronavirus que ya cumplió su primer año de vida pública, se agrega la respuesta humana que ha tenido falta de creatividad, rapidez y solidaridad.

No es necesario ser epidemiólogo para entender que los contagios de esta y otras enfermedades transmisibles se encuentran en la convivencia. Así fue hace un siglo con la llamada Gripe Española, transmitida en buena medida por las tropas al ir o regresar de los escenarios de la Primera Guerra Mundial.

El hecho de que se realicen en horas traslados que antes requerían meses, agrega una gran particularidad a esta pandemia. El mundo es global, independientemente de que se esté o no de acuerdo, y ahí es donde el Sars Cov-2 –nombre del coronavirus responsable de la Covid19- aprovecha para trasladarse a todo el mundo.

Esa situación nos lleva a ligar los temas de las vacunas y de las migraciones.
Más allá de que del 75 al 80 por ciento de las vacunas disponibles estén acaparadas por una decena de países ricos y que no menos de un centenar de países pobres estén tan lejos de las inmunizaciones que ni siquiera tienen programas de vacunación, se omite que no habrá victoria humana en esta pandemia a menos que la mayor parte de los habitantes del planeta estén vacunados.

Es aquí donde vacunas y migración se unen. En buena medida la gente que emigra va de los países pobres que no están en vacunación, hacia los ricos que ya se inmunizan, lo que crea el piso para que el control global de la pandemia sea lento.
Y esa lentitud significa vidas humanas.

El porcentaje de migrantes en el mundo crece. En 1990 representaba el 2.87 por ciento de la población mundial, y para 2019 llegaba ya al 3.48 por ciento, de acuerdo al informe anual sobre el tema de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM).

Parte de las raíces del descontento social que alimenta a la derecha en Estados Unidos quizá resida en que nuestro vecino del norte es, desde 1970, hace medio siglo, el principal país de destino de quienes migran, seguido de Alemania.

Por lo pronto ya se detectan descensos en algunas rutas de migrantes, por ejemplo de la región del Cuerno de África a los países del Golfo Pérsico, señala la OIM, que agrega el dato de que también se espera baja en la cantidad de las remesas, es decir, el dinero que los trabajadores mandan a sus lugares de origen, en ambos casos debido a la pandemia.

Pero esa situación es de dudarse que se mantenga por mucho tiempo. Como lo sabemos bien en México, no solo se trata de que los trabajadores que abandonan su país necesiten laborar, sino que ahí donde llegan los necesitan. Y los efectos de la pandemia no va a dudar para siempre, pero el punto es que no habrá migraciones sanitariamente seguras al cien por ciento si no hay suficientes vacunas.

Por lo pronto México debería de tomar medidas, ya que es el trecho final del recorrido que personas de Guatemala, Nicaragua y Honduras realizan rumbo a Estados Unidos.

En Guatemala, por ejemplo, se recibirán vacunas suficientes para dos mil 500 personas que se aplicarán al personal médico que atiende pacientes Covid y que suma alrededor de 29 mil personas, es decir, ni el 10 por ciento. Del resto de la población ni hablar. Pero lo más grave es que esas dosis no pertenecen al mecanismo COVAX, que busca llevar las inmunizaciones a los países pobres, ni es una compra directa, sino una donación de Israel, que también hará otra a Honduras. ¿Y el resto de los guatemaltecos?

En Honduras COVAX se atrasó y por ello se autorizó la negociación de compra a laboratorios, proceso que apenas se anunció el pasado lunes 22. En Nicaragua el presidente Daniel Ortega regresó tras una ausencia de 40 días, y fue claro en decir que como las vacunas están siendo acaparadas por los países ricos, lo mejor es el lavado de manos, la distancia social y el uso del cubrebocas, pero acotó que en las arcas de la nación centroamericana dinero sí hay.

Serrmonear el acaparamiento de los países ricos de las vacunas no ayuda en los hechos, quizá sea más eficiente que siete naciones ricas, las que forman el G7, hayan dicho que harán donativos para comprar y repartir vacunas.

Pero esos donativos poco cambiarán la situación si no se incrementa la capacidad de producción y se diseñan los procedimientos para vacunar a fin de aplicarlos en cuanto las inmunizaciones estén listas. De otra manera estaremos asistiendo a una especie de suicidio del mundo.

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