Jesús Cruz Fernández

La mayoría de las personas hemos pensado o creído que el enemigo del amor podría ser odio, la ira. Otros dicen que “Del odio al amor hay solo un paso”. Otros mencionan que “En la medida que odias a tu ex pareja, es el amor que le tuviste”.

Lo cierto es que el odio no es el enemigo del amor, sino el miedo. El hombre tiene miedo amarse a sí mismo, aceptarse tal y como es, a sus debilidades, defectos, a ciertas circunstancias, al rechazo, al abandono, a la traición o maltrato que se ha vivido en la infancia. Por ello es tan importante empezar con uno mismo, perdonando a los demás, perdonándose a uno mismo, practicar la aceptación y tolerancia, haciendo pequeños cambios graduales. Nuestra autoestima o la consideración que tengamos de nosotros mismos, es un aspecto que debemos mejorar para lograr amarnos y amar a otras personas.

Cuando una persona no se acepta, se siente inseguro, se deja llevar por los comentarios negativos de los demás. No tiene criterio, se deja influenciar muy fácilmente. En ese estado no puede ser feliz; por lo tanto, no puede hacer feliz a otra persona, si el mismo no es feliz. Como él sufre, hace sufrir a su pareja y las demás personas que conviven con él.

El miedo nos ayuda a sobrevivir, pero también nos limita y muchas veces. Afecta tanto al cuerpo como a la mente. Pero el miedo a veces está sólo en nuestra mente, porque puede ser imaginario, cuando no tiene una correspondencia con la realidad, porque exageramos su tamaño, vemos moros con tranchete.

Se puede manifestarse en forma de ansiedad o estrés emocional, especialmente cuando algo te preocupa o intentas tomar una decisión. El desasosiego se instala en tu barriga, no te deja dormir y se convierte en un nudo en la garganta o en la boca del estómago, te hace sentir culpable de lo malo que pueda ocurrir, trae a tu mente imágenes y pensamientos negativos constantemente.

¿Qué haríamos si no tuviéramos miedo? Seriamos realmente libres: El miedo nos paraliza, nos hace indecisos, no nos deja actuar, limita nuestra capacidad de pensar con claridad, con lucidez, nos hace terriblemente infelices. Por lo tanto, si queremos ser felices, debemos despojarnos de nuestros miedos, que en su mayoría son imaginarios, irreales, no existen o les damos una dimensión exagerada. El remedio es actuar, enfrentarlos y como son imaginarios, de desvanecerán.

Los miedos reales que tenemos esos son normales, porque tenemos un instinto de sobrevivencia, que busca alejarnos de los peligros, solo que deben ser razonables, acordes a la realidad. Con una precaución adecuada debemos afrontarlos y con el tiempo llegar a dominarlos, en base a la experiencia que vamos adquiriendo. Aceptar que los seres humanos cometemos errores, que tenemos derecho a equivocarnos y a rectificar lo que se hizo mal y seguir avanzando.

La vida es un constante riesgo, nada es seguro. En todas las cosas existe la posibilidad de que salgan bien o mal. Nadie nos está calificando, excepto nosotros mismos, quienes somos los más duros jueces. Debemos también enfrentar el miedo a la desaprobación de las demás personas, porque los que critican son los que no se atreven a realizar lo que nosotros estamos haciendo y los que están intentando superar sus limitaciones, no te desaprueban porque saben lo que implica enfrentarse con valor a cosas nuevas y a lo desconocido.

El miedo a amar es un sentimiento normal cuando hemos tenido experiencias negativas, pero no debemos darle un lugar y dejarle que gobierne nuestras vidas. El miedo a amar hay que enfrentarlo cara a cara, sin huir.

Si sentimos cierto miedo a la relación con otra persona, es conveniente hacérselo saber a la pareja para resolverlo juntos. La comunicación es fundamental para superar nuestro miedo.
“No amar por temor a sufrir es como no vivir por temor a morir” -Ernesto Mallo-
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