Salvador Franco Cravioto

El artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (ONU, 1948) postula que “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamente, tanto en público como en privado”.

Asimismo, las constituciones nacionales de distintos países, como la mexicana en su artículo 24, consagran en paralelo estas libertades humanas de creencias, de religión, de culto, y de expresión con base en aquellas; lo que delimita parte del concepto contemporáneo de Estado laico: un modelo de Estado liberal que respeta todas las creencias y religiones, así como su práctica -siempre que esta no se traduzca en acciones o conductas contrarias al orden constitucional, a los derechos humanos o constituya un delito o falta penada por la ley-, pero al contrario de los llamados Estados confesionales, no promueve ni ostenta ninguna de ellas como oficial y absoluta.

En el seno del Estado contemporáneo liberal, democrático, laico y pluricultural, que reconoce y permite como es debido la diversidad y libertad de creencias, la promoción activa del valor de la tolerancia reviste algo en extremo fundamental. Pero, ¿qué es entonces la tolerancia? Según el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, en su edición del tricentenario, tolerancia es “El respeto a las ideas, creencias o prácticas de los demás cuando son diferentes o contrarias a las propias”, es decir, tolerancia es también respeto y respeto es siempre tolerancia.

En tal sentido, la tolerancia es -en voz de muchos- la forma más civilizada de cambiar la cultura de confrontación que la humanidad ha vivido a lo largo de la historia, por una nueva cultura de paz mucho más funcional y duradera; donde el Estado Constitucional de Derecho y la comunidad internacional sean sus principales difusores, como lo señala el artículo primero de la Declaración de principios sobre la tolerancia. A partir de esta primera reflexión, seguiremos abundando en una segunda entrega.