Todos los seres humanos somos imperfectos, la perfección solo existe en Dios. El ser humano debe librar una lucha diaria entre el bien y el mal. Podemos considerar como “el bien”, el actuar basado en las virtudes y la maldad el actuar bajo los impulsos instintivos o defectos de carácter. El hombre ha sido dotado de “libre albedrio”, es decir, tenemos la oportunidad de elegir entre el bien y el mal, son elecciones o decisiones que tomamos a cada instante. Primero a nivel pensamiento que pensamos, después que es lo que estamos sintiendo y finalmente que acciones realizamos. Todo es una elección tenemos esa facultad de decidir entre un lado y otro, desde luego apoyados en otra facultad denominada “voluntad” es decir el deseo de querer estar de lado de la virtud o del defecto.
Sin embargo, muchos de nosotros nos hemos acostumbrado a pensar, a sentir y actuar de determinada manera, tenemos creencias establecidas, derivadas de las relaciones con la familia, la escuela, la localidad o la colonia donde hemos nacido. Todo esto nos condiciona, mas no nos determina, es decir no porque en mi colonia se comporten de determinada manera, yo tengo que hacerlo en todos lados. No porque mi familia tenga algunas creencias, yo las voy a seguir como una tradición familiar si no estoy de acuerdo con ellas.
Tenemos la oportunidad de elegir quienes queremos ser, que valores tener, que forma de pensar y de actuar vamos a realizar en nuestra vida. Todos los seres humanos estamos buscando siempre el crecimiento constante, nada es estático, todo cambia a cada momento y debería ser para bien, pero no es así. Los instintos o defectos nos ganan, nos arrastran, la gula, la lujuria, la avaricia, la pereza, la ira, no los podemos controlar, son impulsos instintivos, son emociones, son deseos que buscan ser satisfechos y deben serlo en la justa medida, sin rebasar los límites adecuados, naturales o normales que cada quien considere dentro de nuestra conciencia del bien y del mal. Si los queremos satisfacer más allá de los limites personales adecuados, se convierten en problemas, en defectos que nos hacen sufrir al no poder satisfacerlos en la medida que los deseamos.
Mucho del sufrimiento de las personas son por causa de estos deseos exagerados, más allá de los límites, nos generan problemas con nosotros mismos, con los demás y las circunstancias que no impiden satisfacerlos. La solución estriba en observarnos con honestidad y ver cuáles de estos defectos es el que mas nos hace tener problemas, malestares o frustraciones, reconocerlos e identificarlos y aceptarlos sería la primera tarea.
La aceptación es uno de las actitudes en el hombre que ofrece una gran tranquilidad, una paz mental, al no luchar contra nosotros mismos, con lo que somos realmente. Esta aceptación no es fácil, a nadie nos gusta reconocer que tenemos defectos, que cometemos errores, pero es un gran paso para el crecimiento personal. Implica hacer a un lado el orgullo, la soberbia y reconocer honestamente que tenemos un defecto que queremos corregir, para vivir de una mejor manera, mas sana y saludable, ya que es sabido por todos que las emociones negativas que tenemos, nos ocasionan daños a nuestra salud física, mental y espiritual.
El cambio o los cambios que pretendamos realizar en esta vida, siempre comienzan con un primer paso, poco a poco, gradualmente, con paciencia y perseverancia, día con día, para llegar a ser mejores seres humanos, más útiles y serviciales a nosotros mismo y a nuestros semejantes.
Para realizar estos cambios requerimos de ser atrevidos y enérgicos, para luchar con nuestros peores enemigos que están dentro de nosotros mismos y no en las demás personas o circunstancias. Hay un Proverbio que dice: “Más vale ser paciente que valiente; más vale dominarse a sí mismo que conquistar ciudades”
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