En materia migratoria, Estados Unidos no cambia. Y la pregunta es ¿por qué tendría que cambiar?

O para ser precisos, los cambios son nada más en el tipo de palabras que se usan cuando se habla de los migrantes. En los hechos, las prácticas son las mismas.

El domingo 21 de marzo el secretario del Departamento de Seguridad Nacional, Alejandro Mayorkas, dijo a través de la NBC: “la frontera está cerrada”, en referencia al límite con México. Dos días después, este martes 23, Roberta Jacobson, exembajadora de Washington en nuestro país y ahora responsable de los asuntos de la frontera sur estadunidense en un audio reiteró: “No vengan a la frontera”.

Pero al parecer los miles de migrantes sobre todo hondureños, guatemaltecos y salvadoreños, no sintonizan la NBC ni leen los medios porque siguen llegando al norte de México creyendo que ya no enfrentarán las palabras racistas y xenófobas del expresidente Donald Trump. Y sí, en efecto, ya no las hay, pero la frontera sigue cerrada.

Los más sencillo sería cuestionar a la nueva política migratoria del presidente demócrata Joe Biden, pero la verdad es que se debe de ir más a fondo y preguntar ¿por qué tendría que recibirlos?

La respuesta sencilla y de panfleto dice que la pobreza centroamericana que alimenta el éxodo de migrantes, es producida por la explotación estadunidense. ¿Cierto? Quizá, pero también debe de exigirse responsabilidad a los gobiernos centroamericanos, que se desentienden de sus migrantes y solo los recuerdan cuando suceden hechos como la masacre del pasado enero en que fueron asesinados 16 migrantes guatemaltecos en Tamaulipas.

Dirk Bornschein, investigador de FLACSO Guatemala, recordaba en un artículo de 2017 como la migración en el área centroamericana va de la mano de su historia, pero no necesariamente de todos los habitantes de la zona, sino específicamente de los pobres. Son los pobres quienes desde hace décadas migran porque no importa cuánto trabajen, su condición no cambia.

Entonces, la responsabilidad de que haya tan fuertes flujos migratorios y que sus integrantes no teman ni a las condiciones del camino ni a la amenaza del crimen organizado, sobre todo en México, no son necesariamente quienes migran, sino quienes deberían de evitar que existieran las causas para que se diera ese fenómeno, específicamente los gobiernos.

¿Pero qué encontramos cuando revisamos los gobiernos del área? La respuesta más reciente fue apenas este lunes 22, cuando un jurado en Nueva York declaró culpable de narcotráfico a Geovanny Ramírez, quien recibía protección de Tony Hernández, que a su vez la daba por órdenes directas de su hermano Juan Orlando, presidente del Congreso hondureño cuando ordenó la protección, y actual presidente de Honduras.

No se trata del único capo que fue protegió el mandatario, pues también figura Leonel Rivera, quien en su momento contó otra historia de sobornos al mandatario para dedicarse a su actividad en paz.

Formalmente Jacobson vino a México para revisar, entre otros asuntos, la manera de contribuir a que las condiciones cambien en América Central y se frene la migración sin documentos, quizá la primera acción para volver hechos las promesas de campaña de Biden, quien a la región adelantó que destinaría una estrategia regional de cuatro años y cuatro mil millones de dólares, para abordar los factores que impulsan la migración, movilizar la inversión privada, mejorar la seguridad y el estado de derecho, abordar la corrupción endémica y priorizar la reducción de la pobreza y el desarrollo económico.

Pero el desastre que la administración Trump dejó en materia de Covid-19, en el mejor de los casos, demorará el cumplimiento de esa perspectiva. Si la frontera está cerrada no es solo por las condiciones de la migración, sino por la pandemia.

Estados Unidos, aún bajo Trump, aprobó ayudas por 290 mil millones de dólares, y el tercero por 900 mil millones más, enfrentan el reto de ayudar a que salga adelante no solo la economía, sino hasta que las escuelas puedan reabrir. Y aunque cuatro mil millones de dólares parecen ser muy poco en relación a los montos citados, el hecho es que las prioridades son otras y muy claras.

Así como se habla a nivel mundial de que, hacia mediados de año, quizá un poco antes, la pandemia retomará impulso –y en Alemania un nuevo confinamiento en Semana Santa parece demostrarlo- así también ya estamos frente a un nuevo ascenso de las migraciones, fomentadas por el daño que en la economía ha dejado el mismo coronavirus. Qué México y Estados Unidos hablen de acciones coordinadas parece muy poco, casi nada, si América Central no decide enfrentar por sí misma pobreza y corrupción.

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