A días de la elección del 6 de junio de 2021 esta frase, que Simone Weil formuló hace 78 años en lo que fueron sus últimas reflexiones, resulta de lo más vigente. Obliga a reflexionar en la idea que tenemos de democracia. La nuestra está fundamentada en el ejercicio del voto del padrón electoral. Ya desde ahí puede ser manoseada y manipulada.

Si se tiene la intención de eliminar a ciertos grupos o minorías de ejercer sus derechos electorales basta con limitarles el acceso al padrón o validar el registro de los candidatos.

Grupos originarios y diferentes minorías simplemente se mantienen al margen de entrar en dichas listas o, se les incluye. Pero, a muchos votantes se les relega a las casillas especiales que manejan un número limitado de planillas que resultan insuficientes y prohíben el ejercicio de votar. Simplemente no alcanzan las boletas para todos los que se presentan.

Para un partido en el poder la abstención juega a su favor ya que cuenta con una base de votantes cautivos que sí van a garantizar su voto a su él y, el resto, tiene que ir levantando esas bases. De esta manera, la democracia que debería ser una certeza de que la voz ciudadana se manifieste, queda deformada.

Un Partido lo que va a buscar es, como dice Weil citando a Trotsky, sumar integrantes y adeptos a cualquier costo y contar con miembros fáciles de mercadear en sus zonas. El que represente más respuesta de los votantes, ese es el cuadro electoral deseado. Una manera de jinetearles la taquilla a sus candidatos. De ahí que tengamos tanto en MORENA, como en la oposición, personajes como futbolistas, luchadores, actores, ex reinas de belleza… personas sin preparación alguna en el manejo de la administración pública pero que gozan de popularidad al ser celebridades y no servidores públicos.

Un partido se crea con un documento base, o fundacional, que engloba su pensamiento político, objetivos y metas. Este se expone y viene la recaudación de firmas. En México vivimos en el 2018 un ejemplo claro de lo que es cancelar a un grupo específico usando mecanismos que les son inalcanzables para eliminar la posibilidad de alcanzar el registro.

Este fue el caso de Marichuy que, aunque gozaba del apoyo de una gran parte de los pueblos originarios y de muchas personas afines a sus ideales y planteamientos, el simple hecho de haber implementado la recolección de firmas usando celulares le impidió que el grueso de sus adeptos le brindara la validez de agregar sus firmas simplemente por no tener acceso a esa tecnología. Este es uno de los muchos mecanismos de manosear la democracia y sus comicios. De mantener a los pueblos originarios lejos de la posibilidad de detentar el poder de administrar el Estado.

Marichuy no fue candidata presidencial no por no tener los adeptos, sino por no contar con el número requerido de firmas.

Esa fue la manera del México racista y clasista de parafrasear lo que Weil dice en su Nota … sobre el pensamiento formulado de Trotsky: “Un Partido en el poder y el resto en la cárcel.” Aquí lo que se dio fue “Un Partido en el Poder (MORENA) y el resto limitados (por no decir cancelados).”

Con las fuerzas o ¨partidos opositores debilitados regresamos a la dictadura de partido que fue tan típica de la derrota de la revolución mexicana y que tanta sangre cobró para llegar a un sistema “democrático” que asegurara la paz. Costó la vida de caudillos como Villa y Zapata y muchos de sus soldados y líderes.

Para los albores de los años 30s ya la campaña Vasconcelista fue un claro ejemplo de cómo el sistema de partido ya estaba blindado a la voluntad del pueblo y completamente vacunado a la búsqueda del bien ciudadano. Un partido nada tiene que ver con el bien, ya que éste como tal tiene el fin de ser veraz y buscar el bienestar y beneficio del individuo y su comunidad lo que los gobiernos dejan muy de lado, los candidatos durante las campañas pactan, prometen, acceden… Una vez en el poder eso queda muy lejos de ser realidad. Nada que nazca de la mentira puede llegar a ser un bien y, menos, un bien colectivo.

Sin embargo, en milenios de democracias occidentales, se ha buscado dar la oportunidad de darle voz a la ciudadanía. Aquí entramos al terreno de lo colectivo y en un país desarraigado, privado de los más fundamentales garantes del bien humano que podemos englobar en lo que se pretende cuando defendemos y pugnamos porque todo individuo goce del pleno de sus derechos humanos resulta más que imposible. Empezando porque muy pocos conocen lo que esos derechos le deben garantizar.

Un país que no educa, un Estado que no garantiza, un cúmulo de poderes e instituciones que están en pugna y unos comicios que se acercan a dejarnos tal como estamos: divididos en tribus políticas que buscan su propio beneficio y no el de la ciudadanía. Un ejercicio soberano del voto libre y secreto regido por las pasiones de un juego deportivo o una apuesta. Las pasiones colectivas son lo que los partidos explotan y capitalizan.

La elección del 6 de junio, encima de ser una de las más controvertidas y violentas que se han dado en décadas, temo que arroje un índice de abstención que deje el tan ansiado cambio sin llegar. Todos queremos el mejor México posible para todos, para eso, es necesario dejar de ver por el beneficio propio y velar por el bien, entendido como lo que es verdadero.

Votar por el candidato para el congreso, para la gobernatura, para las alcaldías, presidencias municipales y regidores que más se apegue a lo que se busca como la pluralidad en las cámaras y administración pública y blindar a los partidos de su natural totalitarismo sería lo más cercano al bien para México.