Arturo Gil Borja

 

Desde tiempos ancestrales, todos los filósofos del mundo han analizado y discutido que es la felicidad, y en realidad ninguno se ha puesto de acuerdo.

Quizá la mayor coincidencia la encontremos en la satisfacción de sus necesidades básicas, que permite vivir, en lo que cabe, en un ambiente de paz y tranquilidad.

Durante años, en México, se ha discutido sobre este tema y en tiempos anteriores, logramos, por varios años consecutivos, el primer lugar como nación, en cuanto a que nuestra percepción era la de ser los habitantes más felices.

Hay quien se ha atrevido a expresar que la riqueza de una nación, lejos de medirse por condicionantes económicas, debe de hacerse a través del porcentaje de “felicidad”.

Difícil realizar una medición al respecto, sin embargo, la casa de análisis y encuestas internacional Hanke, publicó hace unos días, el “Índice Anual de Miseria”, es decir, el resultado del estudio y análisis sobre felicidad y su némesis (la tristeza, que iguala a la miseria), en el mundo.

Si nos enfocamos en América Latina, el primer lugar, que equivale al país en donde la gente se siente miserable (infeliz), se lo lleva Venezuela, seguido por Argentina, que atraviesa una grave crisis económica, Perú, con múltiples cambios de gobierno en poco tiempo, Uruguay, que contrario a lo que pensamos, es un país altamente sustentable y Panamá, cuyo crecimiento económico supondría acceso a bienes que darían paz y estabilidad a sus habitantes.

México, que algún día fue el país insignia en felicidad, hoy ocupa el lugar número 12 en grado de miseria (infelicidad), con el 24.6% de la población que manifiesta sentirse insatisfecha con lo que vive día a día.

Es probable que la crisis económica generada con el cero crecimiento en el año 2019 y que se agudizó en el 2020 con la pandemia, tengan mucho que ver, además de que, en el primer semestre del 2021, desafortunadamente no hemos percibido una recuperación, en virtud de que crecimiento no habrá.

Será muy importante, de aquí a dos años, entender que la realidad que nos tocó vivir fue consecuencia de muchos factores; que los millones de empleos perdidos y la falta de oportunidades que llevaron a un incremento significativo del crimen y la pobreza, pueden ser pasajeros si como nación aprendemos a administrarnos.

No hay mal que dure cien años, ni población que lo soporte, así que esperemos que, conforme pasen los meses, y para empezar en este año, en el segundo semestre, logremos la recuperación de empleos y el poder adquisitivo.

Levantarse entre los escombros es de valientes y sí algo distingue a México, es a su gente aguerrida y con deseos de salir adelante, así que ánimo, que lo peor ha pasado y tenemos mucho por que luchar.

Hasta la próxima.
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