Tula de Allende.- Entre el lodo y la incertidumbre, las familias damnificadas sacan y se deshacen de los objetos que formaban parte de su patrimonio hasta el pasado 7 de septiembre, el día que el río Tula se desbordó en el centro de la ciudad.

En medio de una escena como sacada de película, las y los tulenses del primer cuadro del municipio comenzaron, desde temprana hora, a retirar los desechos que quedaron tras el paso del agua; prendas de vestir, electrodomésticos, juguetes, trastes y más objetos fueron tirados de las viviendas.

En el caso de los negocios, una pila de mercancías fue arruinada por las aguas sucias: alimentos, mobiliario, herramientas, pinturas, cientos de inversiones del comercio local; es decir, todo lo que uno puede encontrar en el centro de una ciudad.

Aunado a lo anterior, escuelas, dependencias y la clínica número 5 del Instituto Mexicano del Seguro Social se sumaron a las acciones de limpieza, donde la corriente no perdonó el trabajo que se realiza en las instancias y arrasó con todo a su paso.

«Lo importante es que mis hijos y yo tenemos vida”, aseguró la señora María Guadalupe, quien a pesar de mantener una sonrisa frente a su familia, dejó caer unas lágrimas al narrar cómo la inundación acabó con la herencia que le dejaron sus abuelos; ahora, a sus 54 años retira el lodo del hogar que la vio crecer.

En el caso de su vecino Héctor Manuel, el comerciante lamentó que la tragedia llegara a la ciudad tolteca, afectando su negocio, la casa de sus padres y que provocara la muerte de su amigo cuando estaba internado en el IMSS, “estoy enojado y triste, la ciudad de Tula no merece esto”, expresó.

Al recorrer su taller, Héctor compartió que la corriente derribó la barda trasera que delimitaba su patrimonio con el río; “esperamos a ver qué dicen las autoridades, pero los que queremos a la ciudad haremos algo para levantarla”, manifestó.

“Somos un pueblo muy unido, aquí se desarrolló la cultura tolteca, aquí hay gente muy preparada, y esto nos ha dejado sin palabras pero sé que nadie se va a dejar caer y vamos a salir de esta”, afirmó.

En medio de las jornadas, familias, vecinos, voluntarios y desconocidos toman un breve descanso y comparten alimentos en la vía pública; ríen un poco y se motivan para volver a la chamba de reconstruir su ciudad, la ciudad de los atlantes.

Janeth Zenil. Enviada especial.

Fotos Damián Vera