Botella al Mar

Martha Canseco González

No se necesita tener bolita mágica para saber que, escenas como la que vimos el 9 de septiembre pasado en el metro de Nueva York, donde un hombre de veintitantos años, lanza una feroz patada a una mujer de 31 sin ningún miramiento, se estarán repitiendo cada vez más en todo el mundo. Los derechos humanos de las mujeres hechos añicos en un segundo.

La agresión ocurrió en las escaleras eléctricas de la estación Avenida Atlantic-Barclays Center en horario pico y sin razón aparente, al parecer sólo tuvieron un altercado verbal momentos antes.

Son demasiados los hombres jóvenes de entre 20 y 30 años que están reaccionando como verdaderos caníbales contra las mujeres “por quítame estas pajas”. Vengo señalando desde hace ya tiempo que los jóvenes han dado un salto cuántico hacia atrás, que su misoginia es peor que las de sus padres, abuelos, bisabuelos y tatarabuelos.

Los machistas están desesperados, ya no pueden controlar ni dominar a las mujeres por las buenas, en nombre del amor romántico, entonces lo están haciendo por las malas a través de la violencia. Como sea la reflexión que están haciendo miles de mujeres respecto a las trampas del amor, está rindiendo frutos y muchas ya no ven a los hombres como la última cerveza del estadio o la última botella de agua en el desierto, los están bajando del pedestal donde el patriarcado los pone en automático.

Ellos por su parte, no quieren compañeras, siguen buscando criadas, esclavas que les sirvan y que los miren como Nancy Reagan miraba a Ronald en su toma de posesión como el entonces presidente más viejo de los Estados Unidos, con adoración, pero ya no es así.

Los agresores machistas quieren mujeres que ya no existen y las mujeres quieren hombres que todavía no existen. Los hombres que han decidido dejar atrás el machismo están apenas iniciando un proceso de deconstrucción y eso puede llevar muchos años.

Estos jóvenes machistas exigen que todo se les facilite para el dominio y el control de las y los demás, así los está empujando el sistema. Sin lugar a dudas, la respuesta contundente de las jóvenes de su edad ante la violencia, la dominación y el control, los tiene a raya, por este momento.

De ahí que estén violentando a mujeres que ellos consideran que no se van a defender, es decir las de mayor edad, más susceptibles a la indefensión aprendida. Aunada a esta frágil masculinidad, está la crisis económica y social producida por la pandemia del COVID, que los tiene en una situación de incertidumbre y sin visos de un futuro mejor.

Lo que no quieren ver es que no son las mujeres quienes están provocando esta crisis, es el mismo sistema patriarcal que los viene aupando, pero que no tiene pensado siquiera cumplirles todas sus expectativas de hombre macho, que jamás pertenecerán a su club VIP. ¡No son las mujeres, es el sistema el culpable, váyanse con todo contra él!

¿Ahora, cómo reparamos a estos jóvenes que no están buscando quién se las hizo, sino quién se las pague?

Sueño con hombres jóvenes que de una vez por todas deciden renunciar al machismo, la violencia, la dominación y el control. ¡No necesitan controlar ni dominar a nadie, sólo precisan ser compañeros de ellas y mirarlas como sus iguales!

Se requiere para ello, de un enorme y humilde ejercicio de autocrítica y reflexión, es urgente porque el abismo que está separando a estas generaciones de hombres y mujeres centenials es cada día más grande e insondable.

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