Con la histórica presencia del Presidente Andrés Manuel López Obrador en el Consejo de Seguridad de la ONU y su discurso, convocando al planeta entero a voltear la mirada hacia los más pobres y dejar de lado las ideas de poderío militar y los argumentos para el uso de la fuerza contra nadie para vivir sin temores ni miserias, se marca un antecedente en la historia del organismo internacional, creado el 24 de octubre de 1945.

Señaló, claramente y sin tapujos, que la corrupción es el principal problema y obstáculo para que la justicia y la igualdad lleguen a los países y pueblos más pobres y necesitados.
Puso como ejemplo la distribución y venta de las vacunas para prevenir el Covid-19; más del 90% de las vacunas han sido acaparadas por las grandes potencias, mientras que la ONU, a través del mecanismo COVAX, para asegurar una distribución justa y equitativa en el mundo, apenas lleva el 6%. El egoísmo y la ambición privada están desplazando a la generosidad y el sentido de lo común.

Denunció, en este importante foro, que la ONU jamás ha realizado alguna acción sustancial en beneficio de los pobres, manifestó que no es tarde para rectificar la ruta e implementar acciones para atender las causas y no solo las consecuencias que causan la marginación y la pobreza.

De acuerdo al Canciller Marcelo Ebrard, ya son 100 países los interesados en participar y colaborar con el Plan Mundial de Fraternidad anunciado por el mandatario mexicano y próximo a presentarse al pleno del organismo por el Dr. Juan Ramón de la Fuente, representante permanente de México ante la ONU.

Lógicamente, la oposición en México no quedó conforme y ha generado una gran controversia con respecto a la participación del titular del Poder Ejecutivo y, ahora, Presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Un buen ejercicio de memoria sería recordar cuál fue el desempeño de los presidentes neoliberales durante sus respectivos sexenios.

Jugosos negocios trasnacionales, reformas constitucionales para favorecer empresas extranjeras, violencia extrema, desapariciones forzadas por la declaración de guerra a las organizaciones delictivas. Todo eso fue lo que había detrás del “gobierno del cambio”, “tengo las manos limpias” y el dichoso Pacto por México.

La presencia de México en el mundo se ha tornado importante. Los cambios implementados por López Obrador en la forma de gobernar, de poner un alto a la corrupción y al mal manejo de recursos. El llamado a la transparencia y la llamada “austeridad republicana”, hacen que llegue a la Cumbre de “los tres amigos”, muy fortalecido.

Al momento de escribir esta columna se reúnen, por primera vez, el Primer Ministro canadiense Justin Trudeau y el Presidente de los Estados Unidos Joe Biden con nuestro Presidente. AMLO llega con el mayor porcentaje de aprobación, con un 65%, contra un 44% del presidente norteamericano y 45% del canadiense. Las escenas trasmitidas, principalmente por los canales independientes en redes sociales, muestran el gran interés de nuestros paisanos y la alegría con la que reciben al mandatario mexicano.

Se esperan buenos resultados de las reuniones con estos personajes y estaremos al pendiente de los resultados. Se llega a estas llamadas “cumbres” con propuestas y no solamente a escuchar lo que los otros tengan que decir. Estados Unidos requiere el apoyo de la región ante su falta de competitividad contra China, por ejemplo. Durante la administración Trump, la relación fue muy tensa con Canadá, asunto que a Biden le interesa solucionar.

Hoy, el que no habla inglés viajó a la Unión Americana sin costear el viaje a un número impresionante de periodistas “de la fuente”, las televisoras han tenido que pagar los boletos de avión de sus “enviados especiales”. Atrás quedaron los lujosos viajes en el avión presidencial, con toda una corte de aplaudidores.

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