La gestión del presidente ruso Vladimir Putin tiene varias facetas. Una es la intención para el regreso de su país a los sitios mundiales de privilegio. La invasión a Ucrania cae también en esa esfera, pero a casi 90 días de iniciada, la pregunta es si tendrá un costo tan alto que sea contraproducente para las intenciones originales.
Y más allá de que Rusia logre o no regresar a los primeros sitios mundiales, analizar la pregunta y sus respuestas nos ayuda a estimar cuándo podría verse el final de la actual etapa de crecimiento de precios en todo el mundo, con los agregados de que en China la pandemia de Covid-19 no cede pese a los férreos confinamientos y en la vecina Corea del Norte entró el virus a pesar de las medidas tomadas, lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) estima de alto riesgo, por las variantes que podrían existir.
Rusia apoya su poderío actual en su posesión de armas nucleares y su capacidad de transportarlas intercontinentalmente. Pero si lo vemos desde el punto de vista del Producto Interno Bruto (PIB), se ve que está fuera de los tres primeros lugares mundiales y en realidad no muy cercano a ser potencia.
Los datos del Banco Mundial (BM) hasta 2020, cuando comenzó la incierta recuperación mundial tras el azote de la pandemia de Covid-19, muestran que sobre un producto interno bruto mundial total de 84.7 millones de millones de dólares (billones), Estados Unidos ocupaba el primer lugar con poco menos de una cuarta parte (20.9 billones).
A pesar de ser el foco de la pandemia, la economía de China se colocó en segunda posición, con 14.7 billones de dólares, mientras Japón estaba en el tercer lugar con 5.0 billones. Rusia sumó ese año 1.4 billones, pero superado por Alemania, Canadá o India. Ucrania, en contraste, sumaba 155.4 mil millones de dólares, es decir, alrededor del nueve por ciento del PIB ruso.
Desde esta perspectiva ciertamente muy general, parece fundado haber creído que Ucrania caería rápido tras el inicio de la invasión rusa, denominada eufemísticamente “Operación militar especial”. Y no, no ha sido así.
A prácticamente tres meses del comienzo de esa operación puede verse que el poderío militar ruso parece encontrarse algo entumido a pesar de su intervención de años en Siria, con la aclaración de que ahí se enfrentó a milicias irregulares, no a un ejército en forma.
Pero junto a esa baja forma, se suma el apoyo militar de Occidente a Ucrania, sin el cual el ejército de la estrella roja es muy posible que hubiera cumplido hace semanas su objetivo.
Y ese apoyo militar suma la serie de sanciones económico-financieras impuestas a Moscú, de las cuales Rusia se ha defendido en buena parte apoyado en su petróleo y el suministro de gas a países de la Unión Europea, que ya hacen esfuerzos por sustituir el gas ruso, una empresa que no es posible realizar en poco tiempo.
A esas cuatro guerras –la militar en los campos de batallas, la de suministros, la representada por las sanciones, y la de aprovisionamiento energético- se suma la de relaciones públicas y propaganda, donde de manera definitiva, el Kremlin está sin lugar a dudas derrotado.
La invasión rusa avivó el recuerdo del oso soviético comunista que quiere engullirse a Occidente, y a pesar de las tres décadas de la desaparición de la Unión Soviética, ha quedado en claro que la imagen rusa sigue siendo la de ese oso comunista.
Además, el presidente ucraniano Volodymyr Zelenskyy ha encabezado de manera personal una cruzada en la que mantiene contra las cuerdas a su par ruso Vladimir Putin, donde el más reciente round fue la aparición del mandatario de Ucrania en la apertura del Festival de Cine de Cannes, donde de acuerdo a las crónicas identificó a Rusia y Putin con los contenidos negativos de filmes de guerra como “Apocalipsis”, mientras él se ponía a sí mismo como el Chaplin de “El Gran Dictador”.
Rusia va atrás en cuatro de esas cinco guerras y en la restante no ve claro aún. Quizá, al final, se imponga su poderío militar acumulado durante décadas, pero a un costo verdaderamente exorbitante.
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