El expresidente Donald Trump sigue con vida política a pesar de que se encuentra fuera del gobierno y enfrenta un proceso a cargo de un comité selecto del Congreso de Estados Unidos, que hasta el momento le es adverso. Por ahora, según las audiencias de ese órgano, solo la palabra del millonario neoyorquino y la credulidad de sus seguidores lo hacen sobrevivir.

El objetivo del exmandatario es claro: postularse de nuevo a la Casa Blanca y ganar, pero antes necesita que sus seguidores sigan creyendo en él, como si todo se tratara de un acto de fe, sin pruebas concretas ni conexiones con la realidad.

Recordemos que Trump se postuló por el Partido Republicano a la reelección presidencial para el periodo 2021-2024, mientras del lado demócrata su rival fue Joe Biden, quien ocupó la vicepresidencia con Barack Obama y ganó las elecciones de noviembre de 2020.
El entonces mandatario construyó una historia, una narrativa, basada en el fraude electoral que según él, habrían cometido los demócratas. Pero las evidencias muestran que perdió, que todavía más, parte importante del electorado prefirió a los demócratas como lo demuestra que conservaran el control de la Cámara de Representantes, y lograran quitar a los republicanos el del Senado, mediante el recurso de que la vicepresidenta, Kamala Harris, quien preside ese órgano legislativo, vote en caso de empate, que muchas veces se da pues ambos partidos tienen igual número de curules.

Pero el discurso de fraude electoral imaginario tuvo su parte culminante el seis de enero, cuando se debía declarar de manera oficial quien había ganado. Lo que se vio en las imágenes de televisión que recorrieron el mundo dejándolo asombrado, fue una multitud que irrumpió en la sede del Congreso estadunidense, en busca de que el entonces vicepresidente Mike Pence, declarara nulo el resultado, lo que el propio funcionario explicó que le era imposible.

Lo que siguió fue que la multitud se transformó en una horda que inclusive buscaba “colgar” a Pence por su “traición”, además de a los legisladores presentes.
Es imposible asegurar que en ninguna casilla electoral de ese proceso hubo fallas, y mucho menos actos ilícitos, pero a larga distancia es factible reconocer que Biden y su elección es legítima.

Ahora en las audiencias del comité selecto se suman los testimonios tanto de que Biden ganó como, lo más grave, que inclusive Trump perdió el contacto con la realidad, como señaló su ex procurador general Bill Barr, así como de que fue advertido de su derrota y de la necesidad de que parara su discurso de fraude, lo que ocurrió la misma noche de la elección.

La hija del propio ex jefe de la Casa Blanca, Ivanka Trump, señaló que la posición de Barr de que no había encontrado evidencia de fraude había impactado su forma de pensar, y aceptó lo que este decía.

Pero Trump no paró sino hasta semanas después, pero ha seguido con su posición de que hubo fraude, y de manera clara ha señalado que buscara de nuevo llegar a la Casa Blanca.

El ex mandatario sigue encontrando apoyo en parte de la sociedad estadunidense, la que ahora se encuentra mucho más preocupada que antes por los efectos de la invasión de Rusia a Ucrania, que ha elevado los precios, por ejemplo el de la preciada gasolina, y hay nubes que hablan de una recesión, sin contar con otros problemas como la migración, y ni hablar de los tiroteos.
Con base en ese apoyo social, Trump mantiene de su lado a políticos republicanos de todas las posiciones y entidades estadunidenses, y se esfuerza por apoyar a quienes están compitiendo por una posición en las elecciones de fin de año.

La vida política de Trump está garantizada por un tiempo más. El comité selecto que realiza estas audiencias entregará al departamento de Justicia el resultado de sus investigaciones para que esa oficina evalúe si lleva a proceso al ex mandatario, lo que sería decidido por un Gran Jurado, una figura jurídica estadunidense que sería la que decide si se lleva o no a juicio al ex mandatario.

En ese camino puede suceder mucho aún, pero lo importante es que se desmonte el discurso, la narrativa, que olvida a la realidad y convierte todo, sobre todo a la política, en un acto de fe.

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