Nació un 17 de enero del año 1922 y llegó a vivir hasta los cien años de edad, sí tal cual y cumplirlos no fue fácil aparte de buena salud y de una buena fortuna, tal como lo menciono Nicolás Maquiavelo en su libro “El Príncipe”, se requirió de un pacto con el cielo o con el infierno.

Sin embargo entre familiares y amigos, bueno los que quedan vivos, el ex presidente Luis Echeverría Álvarez gozó de buena salud o al menos eso es lo que comentaban sus más cercanos colaboradores o los morbosos que esperaban ansiosos el acontecimiento del deceso del ex presidente.

El sexenio de Luis Echeverría se caracterizó por tener aires populistas, Echeverría trató de quedar bien con todos los mexicanos y al final de su gobierno solo desató inflación con una economía tambaleante al lado de un crecimiento paupérrimo que encaminó hacia una miseria descomunal.

Sin embargo desde un principio, Echeverría enarboló como modelo a Lázaro Cárdenas y a los héroes patrios que resucitaron del panteón de la patria para ocupar un lugar preponderante durante todo el sexenio. Zapata, amigo y defensor de los pobres, era un icono enarbolado constantemente, incluso su imagen fue llevada a la China comunista de Mao-Tsé-Tung como modelo revolucionario, se le dio asilo a la viuda de Salvador Allende, Hortensia Bussi, después del derrocamiento y muerte del presidente de Chile. También se recordaron los cien años de la muerte de Benito Juárez declarando 1972 el año del benemérito; José María Morelos al igual que Miguel Hidalgo eran nombres de referencia para comparar los logros del gobierno que velaba por una patria que llegaría “Arriba y adelante”.

El acercamiento presidencial con la mexicanidad siempre fue puesto en vigor, se ostentaba tanto la ropa, las artesanías indígenas y todo «lo mexicano», incluso se dispuso que en las comidas y celebraciones presidenciales en lugar de dar licores «extranjerizantes» se sirvieran aguas de chía, de horchata o de jamaica, y en “Los Pinos” –residencia oficial de los presidentes de México hasta que llegó Andrés Manuel López Obrador- se colocaron muebles mexicanos y equipales para los invitados.

La esposa del presidente, María Esther Zuno, aparecía en las recepciones de gala ataviada con trajes de tehuana logrando hacer énfasis de un “mexicanismo” que rayaba en lo absurdo.

Eran los años 70´s en los que el pueblo de México no recordaba a Frida Kahlo que se caracterizaba por este vistoso atuendo, sino a las meseras de los restaurantes Sanborns, que solían vestir trajes regionales y que, a partir de ese momento, se les conoció como «las esthercitas» aludiendo a la primera dama, que por cierto le gustaba que le dijeran, al estilo revolucionario, «compañera Esther», y ella, a su vez, llamaba a su esposo y presidente por el apellido, «Echeverría».

El presidente, por su parte, para que viesen que sus simpatías se hallaban con el pueblo campesino, a la menor provocación se ponía guayaberas, las cuales, como era de esperar , rápidamente se impusieron entre los funcionarios, ya que éstos, con tal de complacer al gran jefe, no habrían dudado incluso hasta en ponerse pañales sí el presidente los utilizara.
Al presidente le gustaba tener mucho público y con frecuencia citaba, desde temprano en la mañana, a equipos numerosos de funcionarios de varias dependencias, y los «acuerdos colectivos» duraban hasta la madrugada a menudo llamaba a colaboradores a altas horas de la madrugada; que llegaban con la piyama bajo el traje y con lagañas en los ojos.
Ante los grupos que reunía proclamaba sus grandes planes: un renacimiento económico, agrario, obrero, cívico y cultural; crearía parques industriales, daría el poder a los obreros y todas las facilidades a los jóvenes; además, apoyaría a la provincia y al campo con políticas de descentralización, estímulos fiscales y crediticios, para que los campesinos pudieran formar sus propios fideicomisos y explotar su propia riqueza.

Ahora sólo quedan los recuerdos, solo eso, las glorias del pasado, el vendaval del tiempo no discrimina y justamente al cumplir una centuria la parca decidió recogerlo de este mundo terrenal para llevarlo a otro plano ¿infernal o celestial? Quién sabe, quizá algún día llegaremos a encontrarlo cuando nos toque nuestro turno.

¿Tú lo crees?… Sí, yo también.