Por: Griselda Lira “La Tirana”

Para La Viri y para todas las mujeres rebeldes con causa.

 

La mente de Rebeca es como un caleidoscopio, tiene el talento de transformar el vacío en un metatexto, desdibujar fragmentos de historias quebradas y unirlas después con un haz de luz cargado de cuestionamientos críticos letales propios de un alma llena de pasión, de un alma rebelde.
La cascada de ideas que vierte efusivamente emana de los escondites secretos que habitan en su imaginación descomunal, pocos la entienden, pero en ella hay magia, un efecto de realidad alterna como los pasadizos secretos en un castillo o como una visión contada a través de los labios de María Sabina.
Rebeca tuvo una relación particular con su padre y la historia familiar cuenta lo que le conviene para tapar las deficiencias emocionales e intelectuales en los otros hermanos o tal vez, para reprimir el espíritu libre de una mujer que nació para vivir en entrega total a la pasión que desarrolló en un ambiente agreste de domesticación sistémica; alguien en la familia se encarga de controlar y al mismo tiempo, dividir; a veces de manera inconsciente, otras por miedo y al final, por competencia: su madre.
La miro a lo lejos, es Rebeca, ella no camina, ella vuela; ella es madre, es mariposa, es luciérnaga en la oscuridad de otros que buscan el camino y no lo encuentran, es Diógenes andrógino.
La conocí en una pulquería; yo estaba devastada por la muerte de mi pareja y ella, en su afán artístico de restaurar obras de arte en los museos, notó en mí, una ruptura, dulcemente me llevó a una Catedral de estilo barroco y me dijo: “Cuando yo me siento sola y derrotada vengo aquí a llorar”; me explicó la historia del templo jesuita y después me dejó sola.
La gente ama a Rebeca y ahora entiendo por qué: ella es un ángel en esa ciudad.