Por: Jorge Esqueda 

Desde su principio, la guerra desatada por la invasión de Rusia a Ucrania ha sido internacional, pero la presencia de tropas de Corea del Norte junto a las rusas, comenzó el giro que ha despertado temores de que escale hasta los niveles mundial y, ahora nuclear,
con amenaza para todo el mundo, empezando por Europa, pero de ninguna manera estacionándose ahí.

Esa amenaza tendría que despertar esfuerzos también mundiales, sin embargo es importante advertir que ese enfrentamiento es parte del reordenamiento de la hegemonía que cada vez menos tiene como centro a Europa y Estados Unidos, y se dirige rumbo a Asia.

Y en la coyuntura, se da con características políticas e ideológicas muy diferentes a las de hace 35 años, con el alejamiento de valores que eran insignia, el encumbramiento de figuras políticas autoritarias y el que parece imparable ascenso económico de China.

Hoy los temores de conflagración mundial con episodios nucleares se han desatado a escasas jornadas de que se cumplieran los mil días del inicio de la invasión de Rusia a Ucrania, luego de que Estados Unidos autorizó a este segundo país a utilizar misiles no
nucleares contra objetivos dentro de territorio ruso.

De esa invasión ya nadie se acuerda de la polémica original: la pretensión de Rusia de que le sean regresadas áreas de Ucrania que reclama como suyas, reclamo con origen y desarrollo de siglos, pero renovado en los años recientes por el objetivo del presidente
ruso Vladimir Putin de regresar el esplendor de potencia que tuvo su país (Make Rusia Great Again?) en conjunción con los esfuerzos de Occidente (léase Unión Europea y Estados Unidos) para que tal esplendor no regrese.

Para evitar ese regreso, tanto la Unión Europea (UE) como la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), iniciaron procesos de ampliación de su membresía, sumando a países que antes habían formado parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
(desaparecida en 1991) o que conformaban su espacio de influencia.

Por ejemplo, en 2004 comenzó la quinta ampliación de la UE, con la incorporación de países del este europeo varios de ellos limítrofes con Rusia, como República Checa, Eslovaquia, Hungría i Polonia

En la OTAN proceso similar dio principio en 2004, con la suma de Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania y Rumania, también conformantes del viejo y desaparecido espacio geopolítico soviético.

En ese contexto conceptualizar a Rusia como el enemigo vencido al que había que asegurarse de que así se mantuviera, era el camino, pero en el primer cuarto de este siglo la visión ideológica y los hechos políticos y económicos han cambiado.

Putin, que comenzó su primer gobierno en mayo de 2000, ha logrado que su país deje de ser visto como potencia vencida, y si bien no ha regresado a la situación de poder que tenía, ha mostrado que acorralarlo no es algo que esté a la vuelta de la esquina.

El mismo mandatario es uno de los mejores ejemplo del ejercicio de poder autoritario, sin oposición política real y mucho menos frenos legislativos, además de hacer a un lado uno de los temas en que se suponía se había avanzado en el mundo: la aceptación de
la diversidad sexual y de género.

Putin y su gobierno está a la cabeza de una serie de figuras y regímenes que se caracterizan cada vez más como autoritarios, y que existen lo mismo en América Latina que en Europa, con valores alejados de los que parecían absolutos hace unos cuantos años (respeto
al voto, controles al poder, apertura a la diversidad social), con la más reciente adquisición: Estados Unidos.

En ese nuevo marco, que ha sido creado por la gente sin duda como respuesta a la variedad de problemas que no supieron resolver los gobiernos que se presumían democráticos: ¿es posible que se dé un conflicto nuclear?

La respuesta parece afirmativa, pues los gobiernos autoritarios no acostumbran dialogar, negociar o hacer concesiones, pero sí imponer su voluntad a como dé lugar.

Poco importaría si se tratara de ataques nucleares a objetivos específicos o delimitados, la puerta se habría abierto y lo difícil sería cerrarla de nuevo.

Por paradójico que parezca, la intervención decidida de China podría contribuir a crear un camino diferente. En los pasados lustros ha ido de la mano de Rusia, y es difícil aceptar que las tropas de su protegido Corea del Norte estén combatiendo en Ucrania
sin su aceptación.

El costo económico de una guerra de mayor envergadura a la actual no beneficiaría su desarrollo económico, ahora con algunos problemas, en un conflicto que se daría muy cerca de su territorio. Pero como obstáculo a la posible gestión china que impidiera daños
catastróficos, está el ya muy próximo gobierno de Donald Trump.

j_esqueda8@hotmail.com