El acto no fue reflejado por ninguno de los grandes medios de comunicación. Lo ignoraron en vida y después de muerto. No era una noticia importante para quienes deciden qué lo es y que no lo es. La Argentina de hoy, sumida en una crisis sin precedentes a la que la llevó el corrupto gobierno de Mauricio Macri, no estaba atenta, otras cosas reclamaban su atención: el hambre, la desnutrición, la falta de trabajo, la hiperinflación, el vaciamiento del país. No es extraño que sólo algún medio alternativo registrara el evento.

La Escuela Secundaria Número 5 está ubicada la periferia de la ciudad de Saladillo, en el centro de la Provincia de Buenos Aires, en Argentina. Está junto a los enormes campos de soya transgénica que son sistemáticamente fumigados con agrotóxicos de una forma totalmente irresponsable. Hace pocos días, en un emocionante acto, se le impuso a la escuela el nombre de “Andrés Carrasco”.

Reiteradamente esta columna se ha ocupado de la obra de Andrés Carrasco, fallecido el 9 de Mayo de 2014. Científico de sólida formación, se enfrentó con el gigante Monsanto, que ahora ha sido absorbido por la empresa Bayer. Sus investigaciones demostraron los efectos teratogénicos del agrotóxico glifosato, o sea que produce malformaciones en embriones o fetos. La fumigación desde aviones de extensas superficies con este veneno afectó y afecta a seres humanos y animales. Los “pueblos fumigados” de Argentina son una tragedia que los sucesivos gobiernos han decidido ignorar. Carrasco fue denostado, hostigado, amenazado y agredido. Científicos relacionados con los agronegocios lo demonizaron siguiendo los lineamientos del ministro Lino Barañao.

Barañao fue Ministro  de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva con el gobierno de Cristina Kirchner y actualmente con el de Mauricio Macri. Según propias declaraciones, sus principales enemigos son los defensores del medio ambiente y quienes se oponen a la megaminería. Su permanencia demuestra que los intereses de empresas transnacionales sobreviven a los vaivenes políticos.

Andrés Carrasco reivindicó una ciencia al servicio del ser humano. Que su nombre perviva en una escuela de Argentina es quizás el mejor homenaje que se le puede hacer. En el acto donde se impuso su nombre a la Escuela Secundaria Número 5, Elina, una alumna, leyó un sencillo poema que había escrito y que en una de sus estrofas decía:

 

 “Que no se callen las voces,

que no se apague el reclamo,

que no mueran más los pueblos,

esos pueblos fumigados”.

 

No son los miserables como Barañao los que perdurarán, sino los que viven en el corazón de su pueblo, como Andrés Carrasco.

 

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