Tehuacán. La boda es una de las costumbres más arraigadas en la población de Santa María Coapan. Es una fiesta en la que todos participan e impera la alegría. Nadie escatima en gastos. Algunos apadrinan hasta con varios miles de pesos por el solo placer de dar.

Los habitantes de esta junta auxiliar perteneciente al municipio de Tehuacán, ubicada a escasos quince minutos del centro de la ciudad, se caracterizan por su devoción y amplio sentido de comunidad.

Son festivos, igual celebran un cumpleaños que un bautizo, una confirmación, una primera comunión, unos quince años o el día de su santo devoto. Cualquier ocasión es motivo suficiente para convivir.

La mayoría son bilingües, lo mismo hablan náhuatl que español y aún conservan su indumentaria típica: falda tableada, blusa bordada, delantal y rebozo en el caso de las mujeres.

Los hombres tienen como actividad principal la albañilería, mientras que las mujeres se dedican a la elaboración de tortillas a mano que desde temprana hora venden en la ciudad de Tehuacán y sus alrededores, a donde se trasladan cargando a cuestas sus tenates con varios kilogramos de este alimento básico que es parte de su sustento económico diario.

Cuando se trata de un casamiento los preparativos inician desde el momento en que los novios se comprometen. Una vez tomada la decisión, el novio la comunica no solo a sus padres sino también a sus padrinos de bautizo o confirmación si todavía viven. Con su anuencia y consejos, visitan a los padres de la novia llevando consigo “un presente” consistente en pan, frutas y bebidas de la mejor calidad.

Ya de acuerdo ambas familias empiezan a formar lo que será la fiesta, eligiendo en primer término al padrino de velación, tomando en consideración su rectitud, honestidad y don de gentes.

Hay padrinos que ahorran hasta un año para dar todo lo referente a la ceremonia religiosa: ramo, vestido, arras, medalla, libro, adorno, arreglos florales, mariachi e incluso el calzado y ropa de gala de los novios para después del banquete.

Esto, si tiene posibilidades, sino nada más da lo que puede o pide el apoyo de algunos de sus familiares.

Llegado el día los familiares del novio acuden a temprana hora a desayunar a la casa de la novia, llevando dos o tres ollas de pinole y dos canastos de pan.

Es una reunión previa hasta cierto punto íntima en la que como almuerzo se ofrece arroz, colesho (guiso típico que contiene col picada y carne de chivo), refrescos, aguardiente y en algunas ocasiones tepache.

Después de ésto la novia acude a la “peinadora”, que tendrá verificativo ya sea en su domicilio particular o en la casa del padrino. Ahí se peina a la novia y se le da una especie de despedida de soltera.

Terminando se trasladan en procesión hasta la iglesia en donde el cortejo es recibido por la música de un mariachi. Al ingresar al atrio los familiares del novio dan a los recién llegados el abrazo “de los dos lados”: uno en señal de saludo y otro de agradecimiento porque se pudo llegar al sagrado matrimonio.

El ritual religioso se ha venido modificando, no obstante, conserva su esencia. Antes se acostumbraba que los novios entraran juntos, ahora se encuentran en la nave principal, el novio llega con su padrino y la novia –ataviada con un vestido blanco esplendoroso- se hace acompañar de su padre. El sacerdote los recibe en el altar donde se celebrará la misa y les dará la bendición.

A la salida sobresalen las notas del mariachi que ameniza mientras se reparten los saludos y abrazos de felicitación y de agradecimiento. Posteriormente parten todos a pie a la casa de la novia, pasado un rato, se dirigen a donde será la fiesta que, generalmente, es en la casa del novio.

Luego de la comida viene el baile con uno o dos grupos musicales y también se realiza el denominado “baile del canasto”, mismo que consiste en bailar cargando un canasto lleno de tamales de hoja de maíz,  fruta, una botella de licor fino y un chivo o guajolote cocido, adornado con flores de cempaxúchitl.

Los canastos son “bailados” por amigos del novio o por quienes lleven el gusto durante una media hora como mínimo, sin parar. Y al final se obsequian a los padrinos principales.

Para cerrar se hace el brindis  y la partida del pastel  y continua el baile que se prolonga hasta la madrugada.

Al día siguiente se da el “recalentado” (comida del día anterior) al que solo asisten consuegros, padrinos y familiares cercanos.

Para llegar a esto, las mujeres empiezan a preparar lo necesario  una o dos semanas antes, ya que serán por lo menos seis cazuelas grandes de mole con carne de guajolote, tamales, arroz, frijoles, tortillas hechas a mano y barbacoa lo que compondrá el banquete, para lo cual los familiares, amigos y vecinos  ayudan, con veinte o treinta kilogramos de arroz, despensas, guajolotes, manojos de leña o rejas de refrescos. Todo es bien recibido.

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