Aunque en la actualidad salir del closet ya es más común y dejó de ser un tema tabú; en los años 70 la realidad era de rechazo y odio, por lo tanto era mejor callarlo y llevar ese secreto hasta la muerte.

“Mi época fue muy difícil, bastante traumática”, es lo primero que expresa Antonio Leal Pantoja, mejor conocido en la comunidad de la diversidad sexual como “Antuán”, al ser cuestionado sobre la vivencia que tuvo que pasar al declararse gay.

El señor de 65 años abrió las puertas de su casa a Síntesis ubicada al sur de la Ciudad de Puebla donde es querido por sus vecinos. En un ambiente cálido, conserva muchos recuerdos de su familia, amigos y de la actividad sobre espectáculo que en ocasiones se dedica.

Ser gay a los 65 años

Relata que en aquella época -cuando era joven- el hecho de ser homosexual, decirlo, expresarlo, era suficiente para que cayera sobre la persona el repudio familiar, el ser escondido ante la sociedad, era un pecado ante la iglesia, la religión; ser perseguido por parte de las autoridades, por lo tanto, subraya, tenía que actuar a escondidas o callarlo.

“Aún cuando si cuando nos atrevíamos a decirlo, en ese entonces salir decir que éramos homosexuales, era un camino director al psiquiatra y para llegar a los centros de tratamiento de enfermedades mentales, es decir, pasábamos de ser homosexuales a locos”, lamenta.

En su caso –describe- con su familia tuve la fortuna de tener unos padres que acostumbrarse a darse una autoeducación sexual, no hay padre o madre a la que engañes, saben como son sus hijos y quienes son, pueden observarlo y verlo.

“Mis padres guardaron un respetuoso silencio, se mantuvieron al margen de mi vida sexual, íntima, y fue solamente hasta mis 20 años de edad cuando les dije; porque en aquel entonces lograbas la mayoría hasta los 21, tenías que salir de la casa de tus padres mínimo ya casado y con un trabajo estable. Yo a los 20 años hice de su conocimiento mi homosexualidad ya declarada y solamente me dijeron adelante, cuídate mucho, sabíamos, lo comprendíamos, dejamos la situación madurara”, precisa.

Agrega, “mis hermanos tampoco me dijeron nada; tengo una hermana mayor y dos hermanos menores, lo sabían y se daban cuenta”.

No obstante, algunos no corrieron con tanta suerte. Al declararse gays fueron echados a la calle por parte de su familia, eran molidos a golpes, o incluso los dejaban adentro de su casa para no volver a salir; “a la calle no vas a llevar nuestra deshonra, ni nuestra vergüenza”, les decían.

“La sociedad era cruel, no perdonaba, y no solo a nosotros, no perdonaba a una madre soltera, a una viuda, a personas que tenían por costumbre vivir solas porque se decían que eran gente sin moral y demasiada desatada. En aquella época los años 50,60,70s solamente les daban el nombre de maricones, jotos, y a la mujer era llamada lesbiana o manflora. Eso era para la sociedad de aquella época lo único que existía como diferencia sexual”, describe.

En el marco del Día Internacional de la Diversidad Sexual que se celebra este 28 de junio, Antuán comenta que en aquellos años la sociedad no podían ver el abanico de diversidad sexual que siempre ha existido, aunque escondido bajo tierra, “todos fingíamos demencia, llevamos una vida moralmente cancelaria, entonces era muy difícil la sociedad en nuestra época”.

Ser gay a los 65 años

Rodeado del machismo como “agente doble”

 Incentivado por su papá, quien contaba con un estudio de fotografía, Antonio Leal comenzó a aprender dicho oficio.

Llegó el momento en que tuvo que tomar su primer trabajo y fue en la fotografía. Ingresó –paradójicamente- como fotógrafo oficial de la inspección general de Policía, donde le tocó conocer “todos los horrores del mundo”, como él lo califica. Ahí trabajó 11 años.

“Tomar la fotografía a los delincuentes con su placa, hasta acudir al reconocimiento y levantamiento de un cadáver, muchas veces conocidos amigos míos como crímenes de odios. Darme cuenta de las golpizas, del daño.

Antuán se nombra como “agente doble” porque dentro de la policía hacia su labor por la comunidad gay. “Cuando sabía que iba a ver razzia (rodada policial), salía al teléfono publico y les decía a mis amistades que se fueran de ahí para que no detuvieran a nadie. Cuando desafortunadamente eran detenidos, pasaban a las galeras y eran violados y violentados por todos los que estaban ahí”, narra.

La relación en la clandestinidad

Los años pasaron y Antonio fue enfrentando diversos obstáculos, hasta que llegó el momento de tener a alguien a su lado, una pareja, poder unirse a alguien para el resto de su vida como cualquier otra persona.

“Esto se llevó bastante tiempo, lo encontré, llevamos a cabo nuestra relación en pareja, dejamos cada uno nuestra familia, decidimos establecer nuestra casa; vivimos juntos durante muchos años”, rememora.

Su relación todavía no esta permitida por las autoridades y la sociedad, todavía era un clandestinaje. “El vecindario y la gente se preguntaban, porqué dos hombres viven solos, qué relación tenían entre ellos porque no se nos conocían familia, no llevábamos una vida abierta”.

“La vida fue feliz a lado de mi pareja, de mi familia; y tratando de llevar a cabo una vida social pública lo mas cuidado posible”, destaca.

La pareja de Antuán murió en el año 2001, y desde entonces tuvo que aprender a vivir solo; ya que anteriormente vivió cobijado por su familia, después por su pareja y al morir su compañero, se enfrentó a cualquier circunstancia. Mantuvo su relación durante 23 años.

Ser gay a los 65 años

El activismo

Desde la perspectiva de Antonio la lucha para obtener derechos que ha surgido por parte de la comunidad Lésbico, Gay, Bisexual, Transexual, Transgénero, Travesti, Intersexual, y ahora también, Queer, van encaminados a lograr que los derechos y obligaciones que todo ser humano tiene, sean también para ellos.

“Yo inicio mi activismo cuando me doy cuenta de que mi grupo de gente somos agredidas, lastimadas, de haberlo vivido en carne propia en los años 70, es cuando me enfrento a la realidad, las autoridades nos violentan, la sociedad nos humilla, de que no tenemos derecho a un trabajo de ser homosexuales”, explica durante la conversación.

A raíz de ello, se une a un grupo denominado “Circulo rojo y plata” donde comenzaron la manera de hacer algo para frenar todo lo que les estaba lacerando.

Se dirigieron a la Ciudad de México donde comenzaba también la lucha y buscaron ayuda para empezar en Puebla algo parecido.

Fue así que comenzó a sacar de los sitios escondidos, obscuros, a la comunidad homosexual, lesbiana, travesti, trasgenero, transexual, bisexual. “Entonces nos dimos cuenta que éramos mucho y cada uno llevaba una sexualidad diferente”, narra.

“Queremos que no se nos margine a la vida de la prostitución, a la vida nocturna, a la baja pasión; somos tan decentes como cualquiera y entonces queremos que se nos reconozca el derecho al trabajo, a la labor, a la educación, a que no importa que sea homosexual o lesbiana”.

“Eso nos llevó a poder establecer concursos de belleza travesti, a poder crear los primeros sitios de reunión que no estaban permitidos, aun cuando llegaba la policía nos sacaba pero establecíamos que ese era nuestro sitio. Todo eso lo hacíamos por el hecho de lograr que fuéramos reconocidos como seres humanos”, plantea Antuán.

Antonio fue quien fundó el primer centro de diversiones gay reglamentado en el Estado de Puebla para la comunidad Lgbtti. “Esto me llevó a ser el fundador de la disco Keops en Cholula.

Desde ahí, el señor de 65 años abraza la bandera del travestimo, se sube al escenario y comienza a trabajar haciendo espectáculos musicales con ropas femeninas, y empieza a abrir camino para la gente travesti.

“Yo he podido ver esas puertas cerradas, la muerte, los golpes, la soledad, abuso de la iglesia, de las autoridades, los abusos policiacos; he llorado la soledad, lo que hoy llaman el bullying, he llorado todas esas cosas tan terribles, pero hoy por hoy me doy cuenta de que una familia se dan cuenta de que uno de los integrantes es Lgbttiq y se les respeta y dar apoyo. Hay avance y lo puedo ver. El tejido social hoy dia nos sostiene”, destaca Leal Pantoja.

Nuevos tiempos

Su misión ahora es dejar a las futuras generaciones en general la apertura total de las diferentes puertas de los caminos de la vida, más allá de cuáles sean sus preferencias sexuales, ni color, ni raza, ni religión que profesan.

Sentencia que las nuevas generaciones tiene que retomar el trabajo que se ha venido haciendo para continuarlo y poderlo entregar amplio a los que vienen y los que van a nacer en las futuras generaciones.

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