Desarrollar una Smart City con un enfoque holístico y con esquemas de economía colaborativa, implicará detonar un marco legal que garantice el bienestar del empleo y los consumidores, consolidar la conectividad e incluso ciudades para que compartan negocios.
La representante de Eurocities, Bernardette Kötekes Degrendele, consideró que una Smart City con enfoque colaborativo tiene que ser un sitio que responda a las necesidades de la gente, con esquemas de coparticipación, creación y codiseño.
Incluso, añadió, vincular ciudades e inversionistas potenciales para el modelo, al ejemplificar suman ya 89 ciudades vinculadas y 50 comprando los productos.
Por su parte, Javier Madariaga, del Centro de Implementación de Políticas Públicas Económicas para el Crecimiento (CIPPEC), refirió que el tema no es un asunto menor como se refleja en los 335 mil millones de dólares de impacto de la economía colaborativa según análisis de Pricewatehouse Coopers.
No obstante, observó, los limites de crecimiento del modelo se encuentran vinculados con su conocimiento y difusión, marco regulatorio acorde, financiamiento, protección de los trabajadores y consumidores ante la fragmentación de la relación laboral.
La economía colaborativa tiene que democratizar la oportunidad de generar y distribuir ingresos, afrontar la urbanización, resolviendo conflictos de movilidad, vivienda y trabajo, además de construir la confianza social.
No obstante, la economía colaborativa tiene que resolver temas pendientes como la desigualdad de ingreso, acceso a salud y educación, consolidar ciudades equitativas, resilientes, inteligentes e integradas.
“El siglo XXI debe ser el siglo de los ciudadanos, brindando soluciones, con un propósito social, aprendiendo a conectarse”, dijo.
Consideró que un esquema de economía colaborativa parte de módulos de consumo, producción o financiación que se basan en el intercambio entre pares a través de plataformas digitales que no prestan el servicio subyacente.