Por fin el autoritario y criminal gobierno de Nicolás Maduro ha dado un paso en la dirección que evite un derramamiento de sangre mayor en una Venezuela al borde de una guerra civil. Leopoldo López tiene ahora prisión domiciliaria y para algunos es el resultado de una brava y comprometida manifestación en contra del Gobierno que dura más de 100 días y lleva casi el mismo número de víctimas. Si la interpretación se queda solo en este gesto no habrá valido para nada la presión ciudadana. Maduro debe acompañar todo esto con un retorno a la verdadera democracia, la que ha privado a su pueblo de tener un órgano de deliberación como el Congreso, al que no ha tenido en consideración ninguna en su trascendencia desde que fue escogido mayoritariamente de signo contrario al suyo. Llegaron al punto de invadirlo con una turba que atacó sus instalaciones y a algunos de sus miembros en una imagen que nos retrotrae a las peores formas de barbarie política conocidas. Ahora le queda al pueblo de Venezuela volver a la democracia, este Gobierno no logra entender el mandato mayoritario de su pueblo y resiste con lo peor que tiene el poder: la fuerza y la injusticia.

Los jóvenes que saben que no tienen presente ni, menos, futuro en estas condiciones. Los marginales, con los que Chávez construyó su base de poder sobre el argumento retórico de que su pobreza era el resultado de la codicia de los que detentaban el poder político y económico, hoy son sus víctimas propiciatorias.

López es el símbolo de la resistencia y de los excesos, pero el verdadero frontón es el pueblo valiente que lleva más de tres meses arriesgando su vida en las calles. Los jóvenes que saben que no tienen presente ni menos futuro en estas condiciones. Los marginales, con los que Chávez construyó su base de poder sobre el argumento retórico de que su pobreza era el resultado de la codicia de los que detentaban el poder político y económico, hoy son sus víctimas propiciatorias. No tienen qué comer y solo son carne de cañón de un régimen que no es sostenible de otra manera que no sea con palos y balas. Maduro está acabado y su régimen, que ya dura más de 15 años, no puede sostenerse en una mascarada falsa de supuesta democracia. Venezuela es una dictadura y eso lo sabemos todos los que vemos que los parámetros para medir este sistema político han sido rebasados por la prepotencia y el autoritarismo. Si pretenden algo de piedad y ahorrar más vidas a su pueblo, Maduro debe emprender la transición de manera urgente y procurarse él y sus colaboradores algún exilio posible en el único país garante de su gestión genocida: Cuba.

Nadie puede argumentar que lo que acontece ahí es resultado de una conspiración local e internacional. Chávez, primero, y Maduro, después, han llevado a su país al despeñadero más cruel de todo. Han conducido a su pueblo al abismo, llevará años la recuperación, y con toda la fuerza de la presión popular la prisión domiciliaria de Leopoldo López no debe tomarse como una concesión sino como un reconocimiento de que su régimen no da más y es el momento de la partida sin retorno.

 

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