La sala está llena, aguardando el esperado juicio para condenar y sancionar a un ex gobernante acusado de corrupción. Entra el juez y todos se levantan. Mira a través de sus anteojos. El fiscal prepara sus acusaciones. El acusado observa con serenidad sorprendente. Su abogado defensor le habla al oído. Con un ademán le ordena guardar silencio. El jurado sigue los movimientos de todos los actores del juicio.

El juez concede la palabra al fiscal, que papeles en mano, suma acusaciones, ¿Y las pruebas que respalden sus acusaciones? Pregunta el juez, -No las tengo, responde con rubor. El acusado pide la palabra. –Usted ha comprobado, señor juez y señores del jurado, que el acusador actúa con sed de venganza…y sin pruebas, remarca. Los miles de millones en entredicho se reducen  a menos de 400. El juez fulmina con su mirada al fiscal.

El ex gobernante corrupto gana el primer round de la desigual pelea y pide que se siente y que el jurado se lo lleve como prenda preciosa.

El desconcierto aumenta cuando se conoce la noticia de que se integró la Comisión anticorrupción sin Comisionado y sin magistrados. Una comisión que cojea en dos patas,

¿Cómo justificar tamaño desatino? Los partidos votan prendidos a sus intereses. El pueblo no cuenta y las leyes mueren bajo sus pies.

Termina el acto y los conservadores, de todos los partidos, se salen con la suya.

Que Dios se apiade de México, en espera del milagro que por fin lo transporte. Nuestra generación se consuela y le da espalda…en  espera de que llegue con salvavidas.

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