Algo pasa en las conversaciones Washington-Ciudad de México; algo pasa, pero no la diplomacia, el respeto ni el sentido común. Y pasa de todo. Por ejemplo, la sorpresa. ¿Acaso no entiende el presidente mexicano que es claramente inferior al norteamericano? Esto es tan obvio para Donald Trump que en la llamada telefónica que diera a conocer el Washington Post, ocurrida el 27 de enero de 2017, le habla al mexicano con la confianza del líder: “mira, Enrique”. Peña Nieto, en cambio, le responde con todo comedimiento: “señor presidente”. Así se desarrolla esta especie de diálogo.
Trump plantea a su homólogo de acá su propuesta de campaña de que EU construya un muro y México lo pague. “Mi postura –explica Peña Nieto- ha sido y continuará siendo muy firme al decir que México no puede pagar ese muro”. El exabrupto de Trump no se hizo esperar. Era necesario explicarle a “Enrique” lo que podía o no decir a los medios. “Pero no puedes decirle eso a la prensa. La prensa se iría sobre eso y no puedo vivir con ello. No puedes decir eso a la prensa o no puedo negociar bajo esas circunstancias”.
Así de fácil. Del jefe al subalterno. De la estrella de televisión al participante de The Apprentice. Es el “comes y te vas” de Vicente Fox a Fidel Castro. Pero por lo menos Fox entendía su papel de patiño en esa farsa: era el mandadero de George Bush. Enrique Peña, digámoslo fuerte y claro, trató de lavarle la cara al orgullo nacional: “Para México es un asunto que va más allá de la situación económica, porque es un tema relacionado con la dignidad de México y se extiende al orgullo nacional de mi país”. La propuesta de Peña fue: “dejemos de hablar del muro y encontremos una solución creativa (¿) a este problema”.
Así que la “solución” se dio en términos de hacer la vista gorda. Cuando nos pregunten diremos que “lo resolveremos”, asentó Trump. Y ahora redactemos un comunicado que diga que tuvimos una “gran llamada telefónica” en la cual no se comentó nada acerca del muro. Y todos felices.
Lo que ya no se entiende es la participación no solicitada del heredero del trono de Hugo Chávez, Nicolás Maduro, quien llamó “cobarde” a Peña Nieto, lo acusó de comportarse como un “empleado maltratado”, y lanzó una de esas propuestas “bolivarianas” que lo caracterizan: “si yo fuera presidente de México, me fuera con el pueblo mexicano y una mandarria y tumbaría todos los muros que me separan de Estados Unidos”. Lo que así dicho suena muy bonito, de no ser porque el muro (que en parte ya existe) se está construyendo del lado norteamericano de la frontera, por lo que el uso de la mandarria (una especie de martillo o marro) sería, además de ridículo, ilegal.
Y considerando la caótica y desesperada situación de la “república bolivariana” de Venezuela, mejor así la dejamos. Que las soluciones de Maduro siempre han resultado mucho peor que los problemas.