No hay forma de saber qué va a ocurrir en el futuro. Cuando la familia Villanueva accedió a realizar el bautizo de su menor hija en el templo principal de Atzala, en la Mixteca poblana, nunca pensó que estarían llorando la muerte de 12 personas.

La tragedia es mayúscula.

El padre de familia no pudo estar en la ceremonia por estar en el campo, y por esa razón hoy llora a sus muertos.

Pero otro que seguramente llorará hoy es el cura Néstor, quien oficiaba la ceremonia del bautizo aquél mediodía del martes pasado, día inusual para realizar bautizos pero que fue adelantado por la imposibilidad para los padrinos de realizarlo el fin de semana.

Y llorará Néstor porque al comenzarse a sentir el movimiento y con el evidente azoro y admiración de los asistentes al templo, a decir de los vecinos, el cura les pidió a los fieles que no salieran, que estarían seguros si se quedaran en el inmueble de Santiago Apóstol.

Así lo hicieron. Obedecieron pero el cura sí salió por la sacristía. De acuerdo con la crónica de los testigos, el cura salió y se desconoce su paradero, y ya no fue testigo de la muerte de los asistentes a la ceremonia que él encabezaba.

Albañiles que laboraban afuera del templo escucharon el estruendo, sintieron el violento movimiento y después de eso escuchaban los lamentos, los llantos, las plegarias y los gritos de auxilio.

Intentaron todavía rescatar a las personas sepultadas pero fue imposible. No pudieron hacer nada, y después de unas cuatro horas de labores fueron rescatados los cuerpos.

Es sin duda un episodio negro de la iglesia católica, cuya mayoría de inmuebles siniestrados tras el sismo del martes en el estado están bajo su mando.

Es momento de cuestionar de qué carajo nos sirven templos del siglo XVI para ir a orar y morir en un sismo.

Es momento para exigirle a la Iglesia católica que haga algo para intervenir los templos que si bien son “joyas” arquitectónicas, parecen tener mayor valor que la vida humana.

¿El INAH hace algo al respecto?

Desde los corrillos:

Dos historias de marinistas.

  1. Un marinista que ayer se paseó por la zona del dolor, en Atzala, es Javier López Zavala.

Es quien fue el secretario de Gobernación, es director del DIF y extitular de Sedesol de Mario Marín.

Es quien compitió por la gubernatura del estado contra Rafael Moreno Valle y que dicen que al final pactó el reconocimiento de su derrota por prebendas políticas, entre ellas, no ser acusado de peculado por el entonces gobierno entrante.

Sí, el mismo que ayer se apostó en la calle donde se velaban los cuerpos de los 12 fallecidos tras el sismo en Atzala.

No sólo aprovechó para salir en la foto que le tomaron al gobernador Tony Gali frente a los féretros cuando el Ejecutivo acudió a dar el pésame a la familia de las víctimas.

No sólo eso: después de que posó para la foto grupal lo hizo para una foto con un “admirador” a espaldas de los féretros. ¿Alguien puede entender el abuso y uso político de una tragedia?

Yo no.

  1. Otra de marinistas

Resulta que ayer se conoció que el Hospital General de Izúcar de Matamoros registró daños estructurales.

Hoy publico una nota en Síntesis en la que narro cómo el edificio construido en el gobierno de Mario Marín presenta daños estructurales a pesar de tener siete años de entregado.

¿Sabe cuánto costó esa obra?

Fueron 249 millones 317 mil 701 pesos.

¿Sabe cuánto aguantó? Sí, siete años.

Los 32 pacientes que se encontraban ahí más trabajadores del hospital tuvieron que ser desalojados ante el riesgo latente.

Ayer el gobernador visitó el hospital, acompañado de la secretaria de Infraestructura y Transporte, Martha Vélez, y pudo percatarse de los daños severos que presenta el inmueble.

Cheque aquí la nota: http://bit.ly/2wzct6Z

Gracias y nos leemos el viernes.

En tanto nos encontramos en @erickbecerra1 en Twitter, Periscope, Instagram y Facebook.

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