Una telenovela armada al más puro estilo de Televisa. Fabricaron a una mártir en medio de la destrucción.

Los mexicanos estábamos conmocionados, vulnerables, con la tristeza en el alma. No fue suficiente.

Periodistas tras un escritorio informaron a los millones de telespectadores: Una niña está a punto de ser rescatada de los escombros de la escuela Enrique Rébsamen.

La televisión se convirtió, como en los regímenes del partido tricolor, en la fuente de información más confiable.

La noticia era tema de conversación obligada en los centros comerciales, en las tiendas de la esquina y las redes sociales: #FridaSofía.

Nada conmueve como el presentimiento de la muerte, ya lo dijo Jaime Sabines, y ese mismo flotaba en el aire y asfixiaba los corazones de los mexicanos.

Frida Sofía necesitaba ser salvada, era menester arrebatarla de las entrañas de la madre tierra. Era la hija de todos nosotros, de los de acá, los de arriba.

Exigimos que fuera salvada en nombre del valor, esfuerzo, cariño y amor.
Esperamos, expectantes… llegó la media noche y soñamos con la esperanza puesta en manos anónimas.
Despertar.
Abrir los ojos.
Ver la realidad.
Nos habían mentido.

 

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