Unas rosas amarradas con un listón blanco en la reja del acceso principal del Hospital San Alejandro, acompañadas de una tarjeta donde se puede leer ¡Gracias San Alejandro! son parte de los mensajes de despedida del nosocomio, ya que debe ser demolido.

Y es que este día cientos de doctores, enfermeras, trabajadores administrativos, jubilados, pero sobre todo, derechohabientes, se dieron cita a las afueras del hospital para darle un último adiós a la infraestructura tal como se conoció por 41 años.

Este nosocomio fue fundado por el poblano Maximino Ávila Camacho el 15 de junio de 1976, contaba con 200 camas y en un inicio sólo se dedicó al área de ginecoobstetricia y neanotología.

Con el paso de los años se añadieron servicios de medicina interna, cirugía y pediatría. El hospital recibía al día la visita de 10 mil personas aproximadamente, atendía 400 consultas y en él nacían 30 bebés.

También se atendían a pacientes de Oaxaca, Tlaxcala y Veracruz. Este nosocomio es considerado como el más grande de América Latina y desarrolla una gran labor con equipo de trabajo capacitado y reconocido en el país y el mundo.

No obstante, debido al sismo del pasado 19 de septiembre, la infraestructura sufrió severos daños, y tras las revisiones, el gobierno federal anunció su demolición y la construcción de dos hospitales nuevos en esa misma zona.

Estos serán levantados en sustitución del Hospital Regional General número 36, mejor conocido como hospital de San Alejandro.

En ese sentido, el hospital tuvo una despedida llena de nostalgia, tristeza, llanto, festejo, porras, cantos y selfies; es lo que se vivió sobre la calle que da acceso a la entrada del hospital de San Alejandro.

Guillermina, una de los cientos trabajadoras que pasaron por dicho nosocomio comentó: “Para mucha gente quizá no signifique nada la demolición del hospital pero para miles de personas fue y ha sido un segundo hogar, un lugar donde muchos seres humanos nacieron, se curaron y otros más, lamentablemente, murieron”.

De esta forma, los presentes ofrecieron un minuto de aplausos, al que en alguna ocasión fue su centro de trabajo. Posteriormente, entonaron las estrofas del Himno Nacional. Una ambulancia con la torreta encendida se abrió paso entre la multitud, lo cual arrancó los aplausos y las lágrimas de algunos de los presentes, mientras un grupo de enfermeras organizaron la colecta para despedir al hospital con mariachi.

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