Atlixco. A las 13 horas con 14 minutos de este martes se detuvo el tiempo en esta ciudad, una vez más, los atlixquenses se concentraron en el zócalo y tomados de las manos haciendo una gran cadena humana escucharon la misa que se organizó en el día ocho tras el sismo del pasado 19 de septiembre.
En un inició presentes estaban solamente trabajadores de la administración local poco a poco los ciudadano que cruzan a pies la zona del centro histórico se sumaban a la homilía. Y sí, ahí frente al fracturado palacio municipal y la casi desplomada iglesia de Santa María de la Natividad, claro respetando los límites de seguridad, se unieron con cantos y rezos.
El sacerdote Fray Pablo Cabrera, encargado de oficiar la misa, durante su sermón invitó a los presente a reconstruir el templo más importante el de la fe, el templo que cada uno tiene en su corazón, señaló que lo material es doloroso verlo caer, pero es más importante no permitir que el amor a Dios y la esperanza en él se derrumbe.
Además exhortó a los ciudadanos de este Pueblo Mágico a sumarse a la reconstrucción, a respetar las indicaciones, así como a dejar ya el morbo atrás y ayudarse en verdad entre paisanos; de igual manera invitó a perdonar, entre personas, entre gobierno y pueblo, entre partidos políticos, para que el levantamiento de Atlixco tenga las mejores bases.
Y debe hacerse, abundó, sin mirar problemas o asuntos de colores partidistas, razas o enemistades añejas. “Pero más importante es, por encima de la trascendencia de los templos, reconstruir nuestra fue, levantar la esperanza de ser mejores personas”.
En tanto el alcalde José Luis Galeazzi Berra, quien en todo momento presenció y formó parte de la comunidad eclesiástica junto con su familia, señaló que la calma debe volver a cada uno de los ciudadanos, que deben dejar de correr los rumores que generan angustia.
Hizo un llamado a dejar el protagonismo político o institucional a un lado, por el contrario invitó a todos los que quieren seguir ayudando a los afectados a ser más organizados.
De esta forma al final, después de recibir la bendición y las gotas de agua santa, los presentes se abrazaron unos a otros, algunos dejando por fin, después de una martes muy largo pues duro ocho días, las primeras lágrimas y el temor que les dejo el sismo del 19 de septiembre de 2017.