Atlixco. El Huey Atlixcáyotl en su edición oficial número 52, tuvo aroma a ‘tecui’, se tiñó de color rojo de noche buena y los fuertes vientos de la mañana, de este domingo 10 de diciembre, solo encendieron más la fidelidad de los atlixquenses a su fiesta grande.

En esta edición 2017, de la primera fiesta cultural en importancia en el Estado de Puebla y la segunda a nivel nacional, quedó demostrado que le Huey Atlixcáuitl es de y para los habitantes de este municipio, ya que sin los reflectores tradicionales del mes de septiembre y la visita de turistas, los seguidores de hueso colorado de esta tradición se hicieron presentes.

Desde la entrega de los pases para el graderío bajo de la plazuela, se percibió la falta de interés ajeno, tuvieron que ser dos días para que terminar los pases, mismos que en años anteriores eran motivo de peleas y hasta los ponían a la venta en las redes sociales.

 

Imelda Medina/Sintesis

 

Este domingo por la mañana la zona de pases estaba completa pero el cerro de San Miguel no se desbordaba de gente, los accesos a lugar estaban vacíos, las gradas altas sin espectadores, todo esto a las nueve de la mañana y el Huey Atlixcáyotl se asemejaba tanto a su hermano menor, el Atlixcáyotontli.

Para las 11 de día, los atlixquenses comenzaron a subir, completando así la tradición, pues los danzantes ya estaban pero no tenían ni la mitad del auditorio al que están acostumbrados año con año.

Y fue así como poco a poco el cerro de San Miguel se volvió a llenar de color, de vida, mientras los papalotes de los niños surcaban el cielo azul sin nubes gracias a los aires de este fin de semana.

Los más de 300 danzantes subieron junto con las autoridades rumbo a la plazuela de la danza Netotiloyan para comenzar este festival, donde Carmelita López González de Acatlán de Osorio, la Xochicihuatl (Mujer Flor) 2017, antes de ser coronada, junto con sus Xochipilmes, entregó el bastón de mando a Roberto Trawitz Echeguren,  Secretario de Turismo, en representación del gobernador Antonio Gali.

 

Imelda Medina/Sintesis

 

La fiesta, inicio como debería de ser cada año, con los anfitriones a de las chinas atlixqueñas y los charros de a pie que con su baile de las calabazas.

Después con los jarabes Ajalpenses, creada en México a finales de los años mil 700 y principios de mil 800. En sus inicios el jarabe era bailado por las “cocineras” encargadas de alimentar a la gente que asistía a las reuniones.

Con la danza de la Matanza de Tehuacán, dieron a conocer esta tradición que comenzó en el siglo XVIII, en esa época, el chivo  era un alimento popular pues su precio estaba al alcance de presupuesto del trabajador.

Sin lugar a dudas, uno de los grupos más esperados son siempre los Tecuanes, de Acatlán de Osorio,  esta danza representa dos tribus, la chichimeca y la zapoteca confabuladas para “trampear”, al tigre o jaguar elemento mítico para muchas de las culturas prehispánicas que tanto daño causa entre los rebaños y familias. El tigre o Tecuani es el personaje principal en torno al cual se desarrolla la danza.

La fiesta continuó con la danza de los Negritos, de origen africano. Se baila con 12 negros y una maringuilla (hombre vestido de mujer que porta una canasta con una serpiente dentro) y representa la muerte del caporal, este baile tiene como objetivo pedir buena cosecha, prepararse para el tiempo de guardar católico y contar la historia de los pueblos.

También se presentó la danza de los Quetzales, una tradición en la Sierra Norte de Puebla y algunos sitios de Veracruz. Su nombre viene del ave quetzal por la utilización de las plumas en la confección de los enormes penachos circulares que usan los danzantes.

Es preciso señalar que este año el estado invitado fue Guerrero, con tres: la de Tlacotoleros, la danza de Tigres, nanas y banda de viento este baile se caracteriza porque se realizan las peleas entre los tres barrios y entre más sangre derramada, mayor será la victoria y la cosecha será próspera y finalmente Guerrero cerró su participación con la diablada de teloloapan.

 

Imelda Medina/Sintesis

 

El cierre con broche de oro, como ya es tradición por ser de los más esperados, el grupo de los voladores de Cuetzalan que es una manifestación religiosa y fue  proclamada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO, se cree que fue creada por la cultura Tolteca de Tula.

Al finalizar el evento que tuvo una duración aproximada de dos hora, el alcalde José Luis Galeazzi en entrevista señaló que el cambio de fecha, de septiembre a diciembre por consecuencia del sismo, afecto la asistencia de la gente.

“Pero lo importante es que la hicimos, no paso el 2017 sin Huey Atlixcáyotl, no es normal, falto gente  pero está hecho y no se dejó morir la tradición”, aseguró y adelantó que para 2018 todo volverá a la normalidad en cuanto a esta fiesta.

En tanto ‘Cayuqui’, Raymond Stage Noe, el padre del Atlixcáyotl señaló que es el peor que se ha visto, la presencia de grupos de danzantes profesionales le está restando autenticidad a los bailes.

“El Atlixcáyotl se está perdiendo, porque no hay investigación, porque toman lo que hay, porque quieren organizarlo desde el escritorio y no, deben actualizarse, porque los jóvenes que habitan ahora los pueblos ni visten ni bailan como en aquel entonces, antes el traje de manta debajo del traje de danzante se veía bien, pero porque era su ropa de diario, ahora usan mezclilla y otras telas, han convertido a los bailes en número coreográficos, por no investigar”, señaló.

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