Es gibt Jahre, die auf politischer Ebene fast unbemerkt bleiben. Wenige Änderungen werden generiert, es gibt keine signifikanten Unterschiede oder Übergänge in wichtigen Städten, Bundesländer oder Regierungsämter. Ruhige Jahre, in denen wir nur auf die Entscheidungen warten, die als richtig angesehen werden und in gewisser Weise die Wirtschaft des Landes und den Lebensstandard seiner Einwohner verbessern.

Für Mexiko ist 2018 jedoch nicht irgendein Jahr, denn es wird Präsidentschaftswahlen geben.

Anders als Deutschland, das von einem parlamentarischen System regiert wird, operiert Mexiko mit einem Präsidialsystem, bei dem der Regierungschef gleichzeitig das Staatsoberhaupt ist, das alle sechs Jahre ohne Wiederwahl gewählt wird. Daher ist es alles oder nichts. Dazu gehört auch die Gewaltenteilung, weshalb der Kongress für den Gesetzgebungsakt und der Oberste Gerichtshof für den Justizbereich zuständig ist.

Ja, es gibt verschiedene Aspekte, die Mexiko und Deutschland differenzieren, wie etwa die letzten Bundestagswahlen, bei denen Angela Merkel und die CDU / CSU-Union allen Prognosen zustimmten und am meisten gewählt blieben. Natürlich mit dem wichtigen Unterschied, dass es bei dieser Gelegenheit nicht leicht wäre, eine Regierungskoalition mit der zweitstärksten Partei, der SPD, durchzuführen. Unter der Führung von Martin Schulz hat die SPD eine wichtige Wendung genommen und plant, sich als eine Art Opposition zu etablieren, die unterschiedlicher ist als in der Vergangenheit. Die Situation ist immer noch heikel, und es gibt immer noch keine klare Koalition, die es den Christdemokraten erlaubt, mit einer Mehrheit zu regieren.

Es war zweifellos eine wichtige, aber nicht entscheidende Wahl wie die, der Mexiko in diesem Jahr konfrontiert, das wichtigste in seiner jüngsten Geschichte. Das Fehlen von starker Leaders oder klare Umfragen, wie es in Deutschland der Fall ist, machen die Unsicherheit zum Hauptmerkmal des Wahlprozesses 2018.

Die Kandidaten sind bereits definiert: Meade von der PRI, Anaya von der PAN-PRD-Movimiento Ciudadano und López Obrador von MORENA. Der Rest sind unabhängige Kandidaten, die ich in einer anderen Kolumne ausführlicher erwähnen werde.

Alles scheint in Ordnung, dann warum sind diese Wahlen so entscheidend? Tatsächlich gibt es keine einzige Antwort, die diese Frage beantworten kann. Es ist notwendig, mehrere Faktoren zu berücksichtigen, unter denen sind: das Gleichgewicht der Rückkehr der PRI zur Regierung mit Peña Nieto und seinen Reformen; die Unbeliebtheit des derzeitigen Präsidenten, seine Jugendfehler in den Medien und Korruptionsskandale wie das Casa Blanca; die Unsicherheit, die dieses Jahr 2017 als das heftigste Jahr in der jüngsten Geschichte Mexikos markierte; die soziale Unzufriedenheit und die Empörung wegen des Verschwindenlassens und Mordes an Journalisten; der Trump-Effekt in Mexikos Wirtschaft und internationalen Beziehungen; der Krieg gegen den Drogenhandel und das umstrittene Interne Sicherheitsgesetz; die hohe Abhängigkeit von den USA; der Erfolg von Obradors populistischem Diskurs; unter vielen anderen Aspekten.

All das macht es unwiderstehlich, darüber zu spekulieren, was im Wahlprozess passieren könnte. Sie sagen, dass in Mexiko «nichts passiert, bis es passiert», aber zweifelsohne könnte derjenige, der die Präsidentschaft gewinnt, etwas Historisches bedeuten. Aus der Kontinuität der PRI, die sich für einen nicht-militanten Bürger (etwas Innovatives) entschied, der von «dedazo» (nichts Innovatives) gewählt wurde, bis der selbstauferlegte Anaya, die die kontroverse Union zwischen der Rechten und der Linken repräsentiert. Und erwähnen Sie keine mögliche Ankunft von Obrador! Der Mann mit einem «reinigenden» linken politischen Projekt, das seit 12 Jahren kämpft und unermüdlich und machthungrig wirkt.

Die Geschichte wird 2018 geschrieben werden. Politische Kampagnen werden mit Sicherheit zu schmutzigen Kriegen in den Medien und sozialen Netzwerken (Trump-Strategie), in einem Kampf der Kandidaten, sich als das beste, oder besser als «weniger Schlechteste» zu präsentieren.

Bereit sind wir, 2018 hier gehen wir.

Alfonso Figueroa Saldaña studiert Internationale Beziehungen an der BUAP. Für einige Zeit, studierte er Politikwissenschaft an der Ludwig-Maximilians Universität München und interessiert sich für Deutsch-Mexikanische Zusammenarbeit und europäische Themen.

Email: af.94.333@gmail.com /// Twitter: _AF94

 

2018: El Año Decisivo

Hay años que casi pasan desapercibidos a nivel político. Pocos cambios se generan, no hay alianzas significativas ni tampoco transiciones en las ciudades importantes, en los estados o en las posiciones a nivel federal. Años tranquilos, en donde sólo se espera que las decisiones que se tomen sean acertadas y mejoren de algún modo la economía del país y el nivel de vida de sus habitantes.

Sin embargo, para México, 2018 no es un año cualquiera, pues habrá elecciones presidenciales.

A diferencia de Alemania, que se rige a partir de un sistema parlamentario, México funciona con un sistema presidencialista, en donde el jefe de gobierno es también el jefe de Estado, elegido cada seis años sin posibilidad de reelección. Por ello, es todo o nada. Esto incluye la división de poderes, por lo que el Congreso se encarga de la parte legislativa y la Suprema Corte de la parte judicial.

Sí, hay varios aspectos que diferencian a México y Alemania, como las recientes elecciones del Bundestag, en donde Angela Merkel y la unión CDU/CSU concordaron con todos los pronósticos y permanecieron como los más votados. Claro, con la importante diferencia de que en esta ocasión no sería fácil llevar a cabo una coalición de gobierno con el segundo partido más votado, el SPD. Bajo el mando de Martin Schulz, el SPD ha dado un giro importante y planea constituirse como un tipo de oposición más divergente que en tiempos anteriores. La situación aún es delicada y no se divisa todavía una clara coalición que permita gobernar con mayoría a los cristianodemócratas.

Sin duda fue una elección importante, pero no decisiva, como la que enfrenta México este año, la más importante en su historia reciente. Aquí, la ausencia de líderes fuertes o sondeos claros, como los hay en Alemania, hacen que la incertidumbre sea la principal característica del proceso electoral 2018.

Los candidatos ya están definidos: Meade por el PRI, Anaya por el PAN-PRD-Movimiento Ciudadano y López Obrador por MORENA. El resto son candidatos independientes que mencionaré con  más detenimiento en otra columna.

Todo parece en orden, entonces, ¿por qué son tan decisivas estas elecciones? En realidad, no hay una sola respuesta que pueda responder esta pregunta. Es necesario considerar varios factores, entre los que destacan: el balance del regreso del PRI al gobierno con Peña Nieto y sus reformas; la impopularidad del actual presidente, sus errores infantiles ante los medios y los escándalos de corrupción como la Casa Blanca; la inseguridad que marcó este 2017 como el año más violento en la historia reciente de México; el descontento social y la indignación causada por las desapariciones forzadas y asesinatos a periodistas; el efecto Trump en la economía y en las relaciones internacionales de México; la guerra contra el narcotráfico y la polémica Ley de Seguridad Interior; la alta dependencia hacia los EEUU; el éxito del discurso populista de Obrador; entre muchos otros aspectos.

Todo lo anterior provoca que sea irresistible especular sobre lo que podría acontecer en el proceso electoral. Dicen que en México “no pasa nada hasta que pasa”, pero sin duda quien sea que gane la presidencia podría significar algo histórico. Desde la continuidad del PRI, que apostó por un ciudadano no-militante (innovador) elegido por dedazo (nada innovador), hasta un auto-impuesto Anaya que representa la polémica unión entre la derecha y la izquierda. ¡Y ni se diga una posible llegada de Obrador! El hombre con un proyecto político “purificador” de izquierda que lleva 12 años en campaña y que parece incansable y hambriento por el poder.

Historia se escribirá en el 2018. Las campañas políticas seguramente se convertirán en guerras sucias en los medios y en las redes sociales (estrategia Trump), en una lucha de candidatos por presentarse como el mejor, o mejor dicho, el “menos peor”.

Listos estamos, 2018 aquí vamos.

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