La infidelidad es una condición humana que siempre ha existido pero que se ha vuelto un problema desde la segunda mitad del siglo XX, a partir de que la mujer apareció en escena con un discurso diferente al de “es hombre” o “es tu cruz”, a partir de que la sexualidad se separó de la reproducción y el sexo femenino fue ganando terreno en todos los ámbitos.

Infidelidad, celos y violencia, son tres fenómenos que han estado presentes en toda la historia de la pareja, sería iluso pensar que, en las parejas de los años 20, 30 o 40 no había. Lo que sabemos es que no incomodaban, no hacían síntoma, eso se vivía y punto, plantea Antonio Bello Quiroz, doctor en psicología, con más 25 años de experiencia en el campo del psicoanálisis.

Pero empezó a incomodar en el momento en que se produce un cambio radical en la forma en que nos comportamos, nos vivimos y relacionamos hombres y mujeres, porque siempre todo el discurso que ordenaba la vida en pareja era masculino y la mujer tenía su lugar falsamente ligado a la naturaleza. Éste era: la mujer está para la procreación y conservación de la especie.

Como si esa fuera su condición natural y eso fue lo que el discurso masculino sostuvo durante mucho tiempo. Pero ya no hay más forma de sostenerlo. Afirma el especialista, pues de pronto la sexualidad y la reproducción se separan y eso genera que ahora tengamos que vivir con dos discursos y es que la mujer existía, estaba ahí, pero no como discurso.

Ahora la duda es: cómo le hacemos para vivir con dos discursos, cuando hemos estado acostumbrados a vivir con uno. Eso genera mayor conflicto si consideramos que la mujer va ganado terreno en todos los ámbitos y donde el hombre ya no la puede contener ante una infidelidad, ni si quiera con lo que era común amagar: engendrar y sostener económicamente a la familia.

Y si ya no las puede el hombre contener con eso, lo que queda es la violencia, añade Bello Quiroz, “no podemos con lo diferente. Tendríamos que estar pensado cómo le hacemos para convivir con distintos, no cómo le hacemos para estar todos iguales, porque eso es discriminatorio, violento. Si yo quiero que tú seas como yo, no hay otra forma que violentarte, en un grado u otro. No soportar la diferencia lleva incluso a matar”.

Definitivamente, hoy, lo que sostiene a la pareja es el amor. Y no más. Porque antes las parejas se formaban por convención, había elementos morales y sociales que sostenían los convenios con ayuda de dos pilares fundamentales: la iglesia y el estado. Pero ambos se han caído ante los ojos de la sociedad o ya no tienen tanto peso.

“El amor es lábil. Llega un día y otro se va. Antes también llegaba y se iba, pero la institución conservaba al vínculo, la institución era más fuerte que el amor. Ahora con la institución debilitada, solo queda el amor. Entonces cómo hacemos para estar tú y yo en pareja, sólo por amor. Ya no por los hijos”.

No así para Mariel (que no es el nombre real de la mujer del caso), madre soltera de 22 años y estudiante universitaria, con un pequeño que rebasa los tres años y que tuvo con el sujeto “A” siendo novios y quien después la engañó, pero con el que no ha roto el vínculo “por mí hijo”, pero en realidad, revela en la charla, ella es la que hace todo por el niño, sólo le quiere dar una figura paterna, que de por sí ya existe.

Mariel hace desde su cuidado hasta su manutención, vendiendo diferentes artículos entre clases y corriendo en tiempos libres para asistirlo en las labores propias de su edad. De acuerdo a lo que define la doctora Dulce María Pérez Torres, profesora investigadora de la Facultad de Psicología de la Upaep, aquí hay falta de compromiso y no en uno, en muchos sentidos.

“La infidelidad es la incapacidad que tiene una persona para comprometerse realmente en una relación de pareja y como tenemos una mala educación, la mayoría de la gente cree que la infidelidad debe ser parte de la relación humana, entonces es un problema”, sugiere la catedrática de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (Upaep).

Desde el punto de vista del psicoanalista, “falta un lugar para el amor. El amor tenía su lugar, ahora cada pareja intenta a su modo. Antes, signo de amor era un hijo, el casamiento. Ahora estos dejaron de ser signos. ¿El compromiso ahora con quién es?, el compromiso no tiene sostén. Cada vez hay mayor intolerancia a la diferencia”.

Y es complicado, asume Bello Quiroz, porque pareciera que estamos diciendo, “tienes que aceptar que el otro falle” y es que es necesario que asumamos que en la pareja algo va a fallar, al asunto es, qué falla se acepta y cual no. Esa es una cuestión que cada uno se tendría que preguntar, que cada pareja tendría que acordar.

 

La inconformidad lleva a la infidelidad

Los seres humanos estamos en condición esencialmente de inconformes, es lo propio de lo humano. Si es lo propio de lo humano, entonces tendríamos que decir que cuando estamos en pareja también hay una cantidad de inconformidad. Las parejas no son conformes, no hay uno que sea igual al otro y que tenga conformidad. Dos iguales se empobrecen, además.

Es un malestar permanente acompañado del fantasma del puede ser que estemos mejor con alguien más y eso, no tiene distingos, afirma el psicoanalista, es como una condición estructural, no es de éste o de aquel, no importan tampoco las condiciones económicas, sociales o culturales. En cada uno de estos estratos se juega de manera diferente, pero no de manera estructural.

“No es posible que entre dos seres humanos haya conformidad, que exista una relación donde no hay fallas, en toda relación veremos la falla en la pareja y de inmediato aparecerá el fantasma de ‘no será que yo merezco algo mejor’. La respuesta lógica es sí. Entonces la potencialidad de la infidelidad está latente. No hay una relación donde alguien pueda decir ‘yo lo o la he amado y nunca he tenido el fantasma de infidelidad’.

“Tendríamos que preguntarnos qué es ser infiel. ¿Pensar en otro es ser infiel? Estamos marcados por un pensamiento judeocristiano, culpabilizador y sancionador moral de eres pecador de pensamiento, palabra obra y omisión. Entonces no hay forma de escapar”.

¿Ser infiel es dar un beso, tomarse de la mano, dos mensajes? Antes estaba establecido, pero no se clasificaban los pensamientos. La modernidad y la tecnología (redes sociales) hicieron que lo ambiguo de la infidelidad se hiciera más ambiguo. Que un like signifique infidelidad. “Ahora lo que no tenemos es cómo respondemos a esto, no a la infidelidad, a la sospecha de ésta”, añade Bello Quiroz.

Pérez Torre agrega que definitivamente en todo esto, hay gente extremista que dice: me es infiel cuando ve a otra persona. Sin embargo, todos los seres humanos tendemos a mirar al otro y observar la belleza o a admirar la espiritualidad, lo bonito que hay en otras personas. Y eso no significa ser infiel necesariamente.

“Aunque estés con tu pareja y le comentes: qué bonita mujer o qué guapo hombre, no significa ser infiel, estás admirando la belleza. Pero como andamos tan inseguros en este planeta, decimos que se ha incrementado la infidelidad y cuando una persona tiene muchas caídas o muchas depresiones o muchas malas experiencias, se va a imaginar lo peor, dicen que quien vive en la infidelidad o en los celos, está en el infierno”, dice la psicóloga.

El problema de la infidelidad es, refuerza Bello Quiroz, de quien la padece, no de quien la hace, porque el que la hace tendrá su argumento válido. Este puede ser: nada te falta y si nada te falta, cumplo con el compromiso.

La infidelidad también se ha incrementado porque no entendemos el concepto, agrega Pérez Torre, “y creo que algunas veces las personas al darse cuenta que el otro no es capaz de poder levantarse y decir: creo que estoy equivocado, con mayor énfasis agrede al otro con sus pensamientos, con sus acciones, para decirle: tú no eres valioso para mí”.

Como mencionaba Bello Quiroz, Pérez Torre dice que ambos sexos son infieles. No es propio del masculino. Esas mujeres que dicen: estuve así de engañarte, tampoco son fieles, porque también por su cabeza paso la infidelidad. Hubo una falla.

“En algunos grupos humanos se destaca más que en otros, algunos hacen un esfuerzo muy grande por mantener la fidelidad en la pareja, otros que no saben qué significa el amor, seguramente seguirán siendo infieles”, recalca Pérez Torre que Juan Luis Álvarez Gayou, decía que los hombres son infieles porque se imaginan y las mujeres porque verbalizan, “todos somos de una manera infieles”, concluye.

 

La infidelidad al rojo vivo con la diversidad sexual

La sexualidad siempre ha sido diversa, es tan diversa como tantos seres humanos haya. La sexualidad siempre se vive de manera singular, no hay forma de que dos seres humanos tengan la misma sexualidad o condición sexual. Lo que pasa es que el sistema heteronormativo se ha debilitado, ha ido perdiendo sus líneas y la diversidad aparece.

Entendiendo la heteronormatividad como el régimen social, político y económico que impone las prácticas sexuales heterosexuales como únicas para el funcionamiento de la sociedad, imponiéndose con diversos mecanismos e instituciones, donde no es aceptada la homosexualidad, bisexualidad y demás clasificaciones a las diferentes orientaciones sexuales, no tienen cabida.

El asunto es qué hacemos con la diversidad sexual, “lo menos tonto es escucharla, darle un sitio”, opina el psicoanalista Antonio Bello Quiroz. Así que, pasando a un plano más esquemático, las parejas que se constituyen, sin institución que las sostenga en la modernidad, tendrán que dar una respuesta inédita, donde la infidelidad opera de manera singular para cada uno.

“Cada pareja tendrá que proponer sus propias repuestas de vivencia, de su vínculo sexual. Eso es lo que caracteriza a una pareja, el vínculo sexual que sostienen, no solamente el afectivo, porque eso existe con hermanos, primos, amigos. El punto es lo sexual, justamente lo que hace la modernidad es poner también a la sexualidad en su máxima ambigüedad, porque ahora no solamente es que sea entre hombre y mujer, sino que en todas las formas de posicionarse sexualmente”.

 

***Citas***

 

“La infidelidad es problema moderno porque no hay un lugar para ella, se perdió el discurso masculino que la sostenía. En particular podríamos decir que es una cuestión propia de la segunda mitad del siglo XX”

 

“La infidelidad es parte de la condición humana, no diríamos lo natural porque en lo natural pensaríamos que también los animales tendrían que ser infieles y no es así, lo son eventualmente por cuestiones de reproducción, de conservación de su especie”

 

Doctor Antonio Bello Quiroz, psicoanalista