A las 5 de la mañana del 12 de marzo, cientos de personas comenzaron a llegar a la casa de Don Antonio Analco, «el tiempero» en la comunidad de Santiago Xalitzintla, junta auxiliar de San Nicolás de los Ranchos,  Puebla.

Aún de noche, las personas, entre niños, niñas, jóvenes y personas de la tercera edad, se preparan para subir a la cueva denominada «el ombligo del Popocatépetl».

Casi cinco horas de traslado desde esa localidad hasta el objetivo; una parte en camionetas y aproximadamente tres caminando entre las colinas del coloso para llegar a adorar al volcán como parte de su cumpleaños.

Foto: Alfredo Fernández

Después de todo el recorrido a pie se llega a la cueva, establecida a más de un kilómetro del cráter del Popo.

Una vez estando ahí entre ambiente frío, aire, y nieve, pero con un escenario espectacular al ver el sol salir; los habitantes liderados por Don Antonio comienzan los rituales.

Preparan cruces de madera, adornadas con flores y ropa; les colocan ofrendas de frutas y comida; además el incienso comienza a hacer lo suyo; envuelve al clima con un toque prehispánico.

Foto: Alfredo Fernández

Foto: Alfredo Fernández

Hay comida, música y regalos; le cantan las mañanitas y hay hasta cohetes.

Al ritmo de tambores y campanas, los habitantes comentan que tales ceremonias ancestrales se las hacen al guardián del Valle para que los proteja y les dé más agua.

«Que no se olviden las personas que hay alguien (el Popo) que nos cuida; y las exhalaciones que tiene es solo una forma de comunicarse con nosotros».

La traición es de muchas años atrás. Don Antonio comenta que era niño y ya sus abuelos y papá subían al ombligo; ahora a sus 71 años los sigue haciendo.

Foto: Alfredo Fernández

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