Tehuacán.  El Cerro Colorado adquiere con motivo del Día de la Santa Cruz, un papel protagónico como centro de peregrinación religiosa, cientos de personas suben a la cima para presenciar la misa que se lleva a cabo en torno a la cruz construida por iniciativa de Trinidad Merlo Robledo, hace más de 50 años y cuya elevación alcanza los 2 mil 100 metros sobre el nivel del mar.
 
Dicha tradición se ha popularizado y consiste en subir al cerro, asistir a la concelebración eucarística, participar en una carrera atlética que parte del centro de la ciudad de Tehuacán y llega a ese punto y por último, compartir una comida organizada por la familia Merlo Robledo que es la que cada año se encarga de la organización de este festejo.
 
Lo primero que se observa al llegar a Tehuacán es esa Cruz, misma que posee una altura de 13 metros, tiene su base de piedra con núcleo de acero, está aplanada en partes, recubierta de tabique refractario y pintada de color blanco.
 
Al respecto, el antropólogo con especialidad en arqueología, Mauricio Gálvez Rosalez, egresado de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), en su documento de tesis y libro titulado: “La fortaleza del Cerro Colorado, una reconstrucción histórico-arqueológica”, revela que esa cruz ya existía cuando los frailes franciscanos llegaron a esta región, no obstante, trataron de disuadir esta costumbre debido a que al subir se encontraron un templo y una cueva donde los nativos realizaban actos de idolatría.
 
Con el paso del tiempo y a pesar de que todos los templos fueron sistemáticamente destruidos, la gente seguía concurriendo a este tipo de lugares para rendirle culto a sus antiguos dioses y, por supuesto, al mismo cerro que fue el elemento sagrado para todas las culturas mesoamericanas, de ahí que para contrarrestar esto, los misioneros españoles pusieron una cruz de quiotes con la idea de que pronto se pudriera y quedara inservible, pero, no funcionó, por que los pobladores optaron por hacer las cruces de madera y es así  que persiste este culto.
 
En el caso de Tehuacán, mencionó que fue en la década de los 60 cuando la familia Merlo Robledo decide levantar una cruz que fuera un monumento de religiosidad, identidad e integridad del paisaje de Tehuacán, y durante más de un año se dedicó a ésta obra.
Como pudieron subieron el material que acarrearon desde la ciudad de Tehuacán hasta la barranca de San Pedro Acoquiaco para, posteriormente, por medio de bestias de carga subirlos hasta la cima, lo mismo que los alimentos y el agua que trasladaban desde “El ojo de San Pedro Acoquiaco o de San Ignacio”.
 
El Cerro Colorado, por su parte, dijo, tiene su propia historia, la cual comienza en tiempos prehispánicos cuando, probablemente, fue una plataforma habitacional y puesto de vigía, ya que de ahí se dominaba todo el poniente de la elevación y del Valle de Tehuacán.
 
Como dato adicional, citó que la llamada Plaza de Armas ocupa, aproximadamente, 20 hectáreas de las 500 que totalizan el conjunto del Cerro Colorado que en su parte superior guarda valiosos vestigios arqueológicos y, a simple vista, se destacan dos temporalidades: la prehispánica y la virreinal, representada, la primera, por una serie de montículos y plataformas que forman varias plazas, así como restos del muro que circundaba la fortaleza prehispánica.
 
Los otros elementos arquitectónicos muestran restos de unidades habitacionales y depósitos de agua, de arquitectura bien definida y muros mejor conservados por ser más cercanos en el tiempo. También se encuentran grandes concentraciones de piedra, restos de cerámica, moldes de balas para cañón y escoria de fundición, dada la función de fortaleza militar que en su tiempo desempeñó.
 
Si bien, ante los avances tecnológicos actuales las grandes elevaciones naturales han perdido su importancia como lugares estratégicos de defensa, no ocurre lo mismo en cuanto a su función como centros de peregrinación religiosa, la que por momentos surge con renovado ímpetu, concluyó. 

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